GENERAL JORGE LEAL, PIONERO ANTARTICO Y PRIMER PRESIDENTE DEL CEMIDA
Publicado en Página 12 - Argentina - 16 nov 04
“La Antártida obliga al hombre a ser amigo en serio” Fue el primer argentino en llegar al Polo Sur, el primer presidente del grupo que reunía a los militares democráticos y el defensor del coronel Cesio, cuando lo querían expulsar del Ejército. A los 85 años, fue homenajeado en la Base Marambio, en esa Antártida que es su amor y que siempre vio como un continente pacífico e internacionalizado.
Por Eduardo Tagliaferro
–¿Qué aprendizaje deja la Antártida?
–La Antártida obliga al hombre a ser tolerante, a ser amigo en serio. La Antártida obliga a convivir. Saber convivir es tan difícil en este mundo supuestamente civilizado. La Antártida es mucho más civilizada que cualquier otro lugar del planeta. Cuando digo civilización, no estoy hablando de comodidad, de placer sino del término exacto de la palabra civilización. Si los países supieran vivir civilizadamente, en el mundo no habría tantos problemas.
–¿Por qué la Antártida obliga a la convivencia?
–Al estar unos cuantos hombres durante todo un año, bueno antes, era todo un año, vivir juntos obliga a aprender a convivir o de lo contrario, se termina muy mal. Se aprende a convivir si se pone voluntad. En ese sentido la Antártida es un laboratorio maravilloso de autoanálisis. Yo puedo ir a la Antártida convencido de que soy el trabajador número uno. Al poco tiempo ya sé cuánto valgo. Y lo curioso es que los demás también lo saben. Así aprendo quién soy. Casi nada. La búsqueda de los filósofos de todos los tiempos, conócete a ti mismo. Si los argentinos todos nos conociéramos a nosotros mismos, seríamos mejores.
–Usted señaló que “Argentina solita no podrá defender sus derechos” antárticos. ¿Por qué?
–La unidad latinoamericana es posible porque es necesaria. Es necesario que nos unamos porque si no, nunca vamos a ser nada. Ni la Argentina, ni Brasil, ni ninguna de estas seudo naciones, no sé si utilizar este término, llegaremos a nada. Los latinoamericanos nunca debimos habernos convertido en veintitantas repúblicas. ¿Cuánto pesamos en el mundo estas repúblicas desunidas y débiles? Qué distinto sería si nos uniéramos. Tenemos poco menos de 15 millones de kilómetros cuadrados. Más de 500 millones de habitantes con todas las riquezas imaginadas, capaz de alimentar todas las industrias necesarias. Salvo Brasil, los demás países latinoamericanos no estamos industrializados. ¿Por qué? Porque no tenemos mercado interno de consumo. 500 millones de habitantes sí son un mercado interno interesante.
–¿Por qué en sus presentaciones reitera nuestros antecedentes históricos y geográficos en la región?
–El cuadrante antártico de 90 grados que enfrenta a América del Sur ha sido calificado por los geólogos del mundo como una continuación de la Cordillera de los Andes. Cordillera que pasa por Tierra del Fuego, luego se va para el Este, aparece en las Georgias, desaparece y aparece nuevamente en las Sandwich, vuelve a mostrarse en Orcadas, va hacia el Oeste, aparece otra vez en las Shetland y luego se ve otra vez en nuestra península antártica. Ese arco, llamado arco de Escocia, está conformado por los Andes. Todo ese cuadrante es continuación de la Cordillera de los Andes. La naturaleza está señalando que esa parte de la Antártida es parte de la América del Sur. Si a eso se suma la bula papal de Alejandro VI que les da a españoles y portugueses y a sus herederos, que somos nosotros, una línea imaginaria de posesiones que va del Polo Norte al Polo Sur, no quedan dudas de nuestros derechos. El Polo Sur, dice el Papa. Cuando nos independizamos heredamos nuestras tierras.
–¿Teme que se nos arrebate la soberanía?
–Más que arrebatarnos la Antártida, creo que podrán negarnos nuestras posesiones. Estados Unidos no reconoce ninguna pretensión de soberanía a nadie. Tampoco la reclama. Así se coloca en la mejor posición para dar el zarpazo cuando se le ocurra. Cuando todavía existía la Unión Soviética se comportaba de la misma manera. Se da cuenta de que es una situación totalmente inestable. El que pega primero o el más fuerte podrá negar a los restantes.
–En la Antártida predomina un espíritu pacífico y colaboración entre distintos países.
–Esto que se está viviendo en la Antártida se debe al Tratado Antártico. En el mundo no se conoce un tratado que haya durado para siempre. No hay ninguno. Por qué sería distinto con éste. Está previsto que si los 28 países que lo integran deciden que termine, terminará. Ese día van a empezar las pretensiones sobre un territorio rico en petróleo, como lo es el cuadrante sudamericano. Se sabe que los mares tienen petróleo. En este continente están todos los minerales. Este cuadrante nuestro fue el que mejor se estudió. Ya que al pronunciarse tan al Norte está más libre de hielo. Si no fuese por el Tratado Antártico, ya la Shell, la Esso o cualesquiera de las siete hermanitas petroleras estaría tratando de poner sus plataformas en la Antártida. En la Isla Ross, en esa zona del mar de Weddell, se sabe que hay petróleo. Y el día en que cualquiera de las siete hermanitas ponga una plataforma allí, sin pedirnos permiso a los argentinos, a los chilenos, a los sudamericanos, ya no podremos hablar más de que eso es nuestro.
–¿Es inevitable entonces la militarización?
–El territorio antártico es el único continente desmilitarizado. Las fuerzas armadas están en función de apoyo logístico a la ciencia. No llevan ni una pistola. Son los científicos los que llevan pistolas para dormir a las focas o estudiar otros animales. No se puede en la Antártida llevar a cabo ninguna actividad atómica, ni llevar residuos tóxicos. Es bueno recordar que la desnuclearización del continente antártico fue una imposición de la Argentina cuando se estaba discutiendo el Tratado. Estoy hablando del año 1959. Tanto la URSS como los Estados Unidos tenían en sus manos la monopolización del tema atómico. Para firmar el tratado, la Argentina pidió la desnuclearización del continente. El presidente de la delegación argentina en Washington, el fallecido embajador Adolfo Scilingo, asesor del presidente Frondizi, me contaba que cuando propuso la desnuclearización se produjo una sorpresa general. En ese entonces el tema atómico era partidario de las dos superpotencias. Parecía imposible lograr la desnuclearización. Este fue el punto que más se discutió. Poco a poco las potencias fueron entrando en razones.
–¿Qué se temía en esa época?
–La Argentina y Chile, que nos apoyó, querían la desnuclearización y especialmente, que se prohibiera llevar residuos radiactivos altamente contaminantes. Estados Unidos y la URSS no sabían qué hacer con los desechos radiactivos. Esos residuos son letales para el hombre por la friolera de 10 mil años. Esa sí que es una bomba atómica. Y no sabían qué hacer. Nosotros sabíamos que en algunos círculos científicos circulaba la idea de que la Antártida podría ser un depósito radiactivo.
–¿Qué efectos hubiera tenido?
–Estamos hablando de residuos que desarrollan altas temperaturas. Los científicos de esos países pensaban ponerlos en containers, buscar un lugar en el que la colata de hielo fuera suficientemente alta, le recuerdo que hay zonas en los que ésta tiene hasta 2 mil o 3 mil metros. Pensaban depositar allí esos contenedores. Al desarrollar temperatura se irían enterrando en la nieve y en el hielo. Eso quedaría tapado por 100 o 500 años. Lástima que son letales por 10 mil años. Qué pasaría cuando esos contenedores llegaran a la línea roca. Comenzarían a recibir la presión de millones de toneladas por kilómetro cuadrado. No hay contenedor, ni material que soporte esa presión. Se iban a romper y entonces los residuos comenzarían a caminar por debajo del continente antártico. Siempre lo comparo con la miel sobre una rodaja de pan. La miel comienza a deslizarse hasta llegar a los bordes. Los mares hubieran sido infectados y los primeros países que recibirían las consecuencias serían los países cercanos a la Antártida. Casualmente, ni los Estados Unidos, ni Rusia, ni Inglaterra, ni Nueva Zelanda. La Argentina y Chile hubieran sido los principales afectados. Por eso es que la Argentina impuso como requisito la desnuclearización y la prohibición de instalar residuos atómicos en la Antártida. El tratado fue muy conveniente para nosotros, a pesar de que en su tiempo, se nos criticó mucho.
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