martes, marzo 17, 2009

Noruegos, invernan en base Troll

Noruegos aprenden a sobrellevar inacabable invierno en Antártida
Publicado en Univision.com
AP - 16 de Marzo de 2009, 01:15pm ET


...Desde los días de los trineos tirados por perros hasta las motonieves y los teléfonos vía satélite de hoy, soportar el largo invierno de la Antártida, donde el sol desaparece en mayo y regresa recién en octubre, ha sido siempre una empresa mayúscula.
Las tiendas y frazadas de piel de la heroica gesta de Cook han dado paso a viviendas prefabricadas, con calefacción central y estantes repletos de DVDs que ayudan a pasar el tiempo. Pero en este continente de hielo, los viejos peligros siguen presentes: en las aguas heladas, en las profundas grietas en el hielo, incluso en las lesiones que más al norte son consideradas de rutina.
Cuando uno de los ocupantes de la base sufrió una fractura múltiple en una pierna, a sus compañeros les tomó dos semanas despejar la pista para que un avión pudiera evacuarlo.
"Le salvamos la pierna por poco", dijo Jan Gunnar Winther, director del Instituto Polar Noruego, que opera la base.
Los noruegos son nuevos en esta empresa. Si bien la base fue construida hace 20 años, recién en el 2005 la expandieron, la prepararon para soportar los inviernos e instalaron generadores potentes, que pueden funcionar todo el año. El generador calienta el complejo.
Los seis edificios del complejo están ubicados en un área ventajosa, en un valle entre los montes Gjelsvik, de 2.300 metros (7.000 pies) de altura, a 235 kilómetros (150 millas) del Atlántico Sur y 4.800 kilómetros (3.000 millas) al sudoeste de Sudáfrica. No se producen allí tormentas de nieve demasiado intensas y las temperaturas rara vez llegan a los 50 grados celsius bajo cero (menos 60 Farenheit), como ocurre más adentro.
¿Por qué es necesario ocupar la base todo el año? Nacionalismo, para empezar. El reclamo noruego de una parte de la Antártida gana peso si hay ocupantes los 12 meses del año. Esos reclamos fueron congelados por el Tratado de la Antártida de 1959, pero siguen allí.
El instituto también espera poder "realizar más iniciativas científicas", indicó John Guldahl, quien supervisó la expansión de la base. El personal de invierno dispone de equipo para observar la contaminación atmosférica y otros fenómenos. Además, hay incentivos económicos: Los picos blancos alrededor de la base, donde se han instalado antenas para los satélites que recorren la órbita polar.
Troll cuenta con dos docenas de personas durante el verano y con media docena en invierno: un científico, un mecánico, un electricista, un plomero, un médico y un cocinero. El contingente es minúsculo comparado con los que envían otros países. Estados Unidos, por ejemplo, tiene 153 personas en la base de McMurdo Sound durante todo el invierno.
Quienes permanecen durante el invierno, de marzo a noviembre, no lo hacen por dinero precisamente, ya que ganan bastante poco.
Djupdal, quien tiene 31 años y un doctorado en ingeniaría de computadoras, será el líder de grupo que pasará el invierno. Dijo que le atrajo la idea de venir aquí luego de completar los estudios para su doctorado. "Las regiones polares siempre me fascinaron, desde que leí los libros de los exploradores noruegos Amundsen y Nansen cuando era niño".
Cuando se le preguntó lo mismo, poco después de que despegó el avión que se llevaba el último grupo de personas que estuvieron en la base durante el verano, la cocinera Britt Simones, de 47 años, respondió: "La verdad, no lo sé".
Luego comentó que su trabajo en la cocina de un asilo de ancianos le generaba muchas tensiones y que cuando vio un aviso en un diario dominical ofreciendo trabajo en Troll, su hijo adolescente y su esposo le dijeron que lo tomase.
Los colores que ve por la ventana de la base la emocionan. "Azul, púrpura, gris, un poco de amarillo...", expresa admirada. Le encanta pintar y no ve la hora de sacar sus óleos y comenzar a captar los rayos del sol horizontales y los colores del invierno en el sur del mundo.
"Cuando el sol está tan bajo, hay luces rojas en las montañas y azul en los glaciares", expresó Trond Lovdal, de 38 años y quien pasó el invierno en la base hace dos años. "Uno puede hacer caminatas, esquiar... Pasar el año aquí es algo muy especial".
Cuando el sol finalmente se va hacia el norte, se instala la oscuridad y el mercurio baja a menos 30 o menos 40 grados, dijo Simone, "¡a una le queda la bañera!".
"Lo único que necesita uno es una buena gorra", bromeó Guldahl.

domingo, marzo 15, 2009

reseña de la XIII expedición de Ecuador a la Antártida

Más deshielo en los 20 años de estación antártica ecuatoriana
publicado en eluniverso.com
Ecuador, 15mar09


ANTÁRTIDA. José Olmedo Morán izó la bandera del Ecuador en la primera expedición antártica, en 1987. - Foto: eluniverso.com

Mientras mira su álbum de fotos, José Olmedo Morán recuerda la alegría que sintió en 1987 cuando, como miembro de la Marina, izó por primera vez la bandera nacional en medio de la nieve antártica.
Olmedo, ahora director ejecutivo del Instituto Antártico Ecuatoriano (INAE), volvió a vivir esa emoción en enero pasado, cuando llegó al continente blanco en el año del vigésimo aniversario de la construcción de la estación científica Pedro Vicente Maldonado, ubicada en la isla de Greenwich.
La base fue inaugurada en marzo de 1989, como un plan para impulsar la participación del país en el Sistema del Tratado Antártico (al que se suscribió en 1987). Este convenio es un acuerdo de cooperación científica internacional que regula el uso de la Antártida exclusivamente para fines de investigación, prohibiendo la explotación del petróleo y los minerales que ahí se hallan.
“Para los ecuatorianos la Antártica es muy importante porque ahí se genera, entre otras cosas, la corriente fría de Humboldt, responsable de la riqueza ictiológica de las costas de nuestro país y que baña Galápagos. Entonces, conocer más sobre su origen nos ayudará a saber cómo aprovecharla”, resalta Olmedo.
Asimismo se efectúan estudios con las plantas y animales de la zona. Uno de ellos, que se realiza con los líquenes antárticos de flores negras, tiene como objetivo determinar qué hace a estas especies resistentes al frío. Con esta información se busca crear nuevos procedimientos para aplicarlos en la agricultura y evitar, por ejemplo, que una helada dañe los cultivos de papas.
Según el director del INAE, a la última expedición, que se llevó a cabo entre el 8 de enero y el 22 de febrero pasados, acudieron trece científicos –ecuatorianos y extranjeros– quienes realizaron catorce proyectos de investigación en diversas áreas; una de las más importantes tiene que ver con el cambio climático mundial.
“Estamos muy preocupados por este tema porque el retroceso de los glaciares en la Antárdida está en niveles muy elevados”, comenta Olmedo, mientras en sus fotos muestra cómo el paisaje de la zona ha ido transformándose del blanco al gris en los últimos años.
En el 2006, por ejemplo, cuando se hizo la anterior expedición, la base científica Maldonado estaba rodeada de una capa de nieve y hielo, que se han ido derritiendo y ahora solo hay suelo rocoso alrededor.
Según datos de la INA, en los últimos diez años los glaciares cercanos a la estación han tenido un retroceso de entre 150 y 200 metros y muchos han desaparecido. Esto, como consecuencia del calentamiento mundial, que ha alcanzado niveles históricos en ese polo, donde la temperatura promedio en verano es de 0 grados centígrados. No obstante, en la última expedición el ambiente se mantuvo en 1,8 grados, cifra nunca antes registrada.
Olmedo explica que el aumento de los deshielos causa a su vez, el incremento del nivel del mar. “Cada año este índice sube paulatinamente en milímetros y esto va a afectar a las ciudades costeras, incluyendo las de nuestro país, por ejemplo, con inundaciones”, asevera Olmedo, quien señala que los efectos podrán sentirse con mayor intensidad en unos 50 u 80 años.
Por ello, recalca que es indispensable continuar el estudio de estos fenómenos naturales para así ejecutar proyectos de remediación ambiental a nivel mundial.
Evaluación
El consejo directivo del Instituto Antártico Ecuatoriano, conformado por delegados de cuatro ministerios de Gobierno y miembros de la Marina, visitó este año, por primera vez en la historia, la base científica en la Antártida, para evaluar el trabajo de la misión.

viernes, marzo 13, 2009

Chile emite sello por 50 años del Tratado Antártico

SANTIAGO DE CHILE, 12mar09 (ANSA) -

El gobierno chileno inició la conmemoración de los 50 años del Tratado Antártico con el lanzamiento de la emisión postal Expo Antártica Chile 2009, diseñada por el artista Roberto Sepúlveda, quien plasmó la imagen de la base Presidente Eduardo Frei Montalva.

Se trata de 50.000 ejemplares que fueron impresos por la Casa de Moneda. "La presencia chilena en la Antártida es un elemento significativo de nuestra soberanía nacional y representa una política de Estado", afirmó el vicecanciller, Alberto van Klaveren, durante la ceremonia.

Agregó que el tratado "se ha transformado en uno de los instrumentos más notables, más visionarios y más excepcionales del derecho internacional contemporáneo".

GAT 12/03/2009 21:02

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Historias contadas por sus protagonistas

Varados en la Antártida: un viaje de ocho horas que se transformaron en seis días
Por Leonardo Fredes
publicado en : telam.com.ar
12 de Marzo de 2009

Un periodista de Télam que se encuentra en la Base Jubany junto a otros cuatro colegas, relató la aventura que vive en el hielo mientras espera que se den las condiciones para emprender el regreso. Las ganas de volver, mezcladas con el descubrimiento de lugares y nuevas costumbres.
La posibilidad de conocer la Antártida, de pasar algunos días, aunque sea algunas horas, en un lugar al que no llegan vuelos comerciales y donde se pagan fortunas por recorrerlo en cruceros, es casi irrechazable. Pocos se animarían a negarse a este desafío, aún con un importante riesgo incluido en la aventura: quedarse varados en el casi inhóspito continente blanco.
Justamente, lo que nos sucedió a cinco periodistas que llegamos a la Antártida con la idea de permanecer ocho horas y que ya llevamos seis días y casi 18 horas (bien contados, para eso sobra tiempo) en los que se mezclan las ganas de volver con el descubrimiento incesante de cosas, lugares y costumbres nuevas, y que, sabemos, difícilmente se pueda volver a repetir.
Quisieron las condiciones meteorológicas, o la suerte, o la desgracia (según el momento en que nos encontremos), o el destino, o vaya a saber cuál de todas las conjeturas que pensamos en estos largos días, que estemos aún en la base Jubany, una de las seis permanentes que tiene la Argentina en la Antártida y la de mayor desarrollo científico.
Justamente esta última condición le da un matiz distinto a la de la reconocida y difundida Marambio, una base de mayor presencia militar. Aquí científicos de diferentes nacionalidades, con supremacía de argentinos, interactúan casi por partes iguales con la dotación militar y el personal civil que actúa de apoyo.
Tuvimos la suerte de llegar a esta base y de poder compartir “un día en la vida de un poblador antártico” –aunque ya llevamos seis-, algo que es mucho más superador que las dos horas en las que íbamos a ser testigos de la firma de un tratado.
Aquí todo es calidez y buena predisposición por parte de la dotación que encabeza el Teniente Coronel Fernando Isla, dentro de las limitaciones lógicas que implica estar en un lugar semicomunicado y dependiente de las cuestiones meteorológicas.
Todos los habitantes de la base aportan su granito de arena para hacernos las cosas más fáciles, aunque vivir seis días, o quién sabe cuántos más, con un bolso preparado para unas horas, no resulta tan fácil.
La llegada a la base Jubany fue un alivio después de las 20 horas de navegación desde la base chilena en la que nos dejó el Hércules de la Fuerza Aérea, y de la que salimos casi sin pisarla para anticiparnos a la llegada de quienes debían firmar el tratado en la base Argentina.
Veinte horas que fueron casi un bautismo antártico para quien no está acostumbrado a la vida marina –todos nosotros-: un mar tormentoso, grandes olas y un fuerte viento impidieron que el barco pudiera acercarse a la costa para desembarcar, por lo que nos pasamos la mayor parte de la estadía en el buque Olivieri intentando encontrar el sentido de equilibrio y rechazando la posibilidad de alimentarnos.
Antes y después de la vuelta en barco (denominada “circuito hipódromo por la característica del trazado que recorrimos más de cuatro veces), hubo una “interesante” experiencia en gomones para llegar y desembarcar hasta la costa; algo que no recomendamos a quien quiera visitar la Antártida.
Ya en Jubany nos esperaban con chocolate, café y medialunas caseras (nunca más se repitieron), cuartos cómodos y bien calefaccionados, una interesante lista de actividades y lugares para conocer, pero sobre todo, lo más buscado, “tierra, un piso firme”.
Compartimos con los científicos parte de sus trabajos, mucha naturaleza desconocida aún por nosotros, mates y cafés con la gente de la dotación y de la campaña de verano y se armaron buenas guitarreadas a la noche.
Para el esparcimiento no faltan ofertas: una amplia biblioteca, una gran videoteca, cartas, juegos de mesa y hasta un cine, permiten que las horas se pasen más rápido, sobre todo para quienes deben pasar el invierno aquí, porque en verano el trabajo no da mucha tregua.
Igualmente, más allá de la comodidad y de la belleza del glaciar que da un imponente marco al paisaje, llega el momento en que uno comienza a preguntarse “¿cuando volvemos?”. Y la familia, vía MSN o mail pregunta: “¿Cuándo vuelven?”, y los compañeros de la dotación preguntan ¿Cuándo se vuelven ustedes?. Y cada día que pasa hay un amague, y seguimos acá. Las comodidades muchas veces subvaluadas de la vida en la ciudad por momentos se hacen sentir fuerte.
El agua caliente suele no dar abasto en las horas pico, salir a dar ‘una vueltita’ implica someterse a temperaturas bajo cero o apenas por encima, y chocolates y cigarrillos cotizan en bolsa y forman parte de un interesante circuito en que el dinero no cuenta.
“Cuando se abra la ‘ventanita’ salimos”, es la frase que más escuchamos. La ya famosa ventanita es la condición meteorológica ideal para que el avión pueda llegar desde el continente y salir nuevamente hacia allí.
Además esto se tiene que complementar con condiciones de navegabilidad buenas para poder llegar hasta el aeropuerto; algo que, lógicamente, aún no sucedió.
La posibilidad de regresar el domingo se pasó para el lunes, ilusión y desilusión mediante, pasó para el martes, otro día de rumores y de hipótesis, hasta que llegó el anuncio: “el día es el jueves”. Pero no, acá estamos, en la Antártica, y parece que la vuelta es mañana (nos dijeron que es cierto, que no es una broma).
El miércoles, igualmente, fue un día distinto: hicimos un “simulacro” de abandono de la base. Sí, todo comenzó el martes, cuando nos avisaron que “salimos”, nos vestimos con los trajes térmicos naranja fluo –que nos quedan muy lindos aunque parecemos astronautas- y otra vez al agua, para, gomón mediante, embarcar en el buque “Canal de Beagle”.
Este es un barco más grande y más cómodo que nos iba a dejar en la base chilena el jueves para subir al Hércules que nos llevaría a tierra. Incomunicados, ya sin Internet, y con poco espacio por la sobrepoblación del barco intentamos pasarla bien, ayudados por la buena voluntad de la tripulación.
El miércoles lo pasaríamos en el barco, que tenía que realizar algunos trabajos de logística con otros buques que navegan en la zona, una experiencia interesante de presenciar, mucho más sabiendo que al otro día nos volvíamos.
Pero no, la meteorología, la ‘ventanita’ o la ‘pacha mama’ –a esta altura pensábamos cualquier cosa- obligó a un cambio de planes: “No puede llegar el avión a la Antártida, elijan qué quieren hacer, seguir en barco a Ushuaia para llegar en tres días al continente o volver a Jubany”.
Buena pregunta, poco tiempo para contestar y, obviamente para hacerla más difícil, opiniones diferentes, tres querían una cosa y dos la otra, además, las dos opciones tenían su trampita y pesaba un juramento tácito: “moriremos juntos”.
La navegación no nos había dado buenos antecedentes y el viaje a Ushuaia incluía el cruce del siempre bravo estrecho de Drake y la vuelta a Jubany una advertencia: “el avión puede llegar a aparecer por la Antártida en dos, en cinco o en quince días”.
Así y todo, ganó esta última, y aquí estamos, en Jubany. Tierra firme, buena comida (ya pasaron las pizzas, la picada antártica y hoy llega el asado), y oídos bien abiertos esperando escuchar que alguien diga que “se abrió la ventanita”. ¿O seremos demasiado ilusos?.

jueves, marzo 12, 2009

Reportaje sobre Base Esperanza, escuela nueva y museo

El lugar donde el futuro se viste de blanco
Publicado en elargentino.com
08-03-2009 / Antes había sólo bases de investigación, hoy llegan los turistas, pero la preocupación es qué pasará con sus recursos naturales.
Por Mario Valor
Periodista. Desde la Antártida

Los lujosos cruceros que parten de Ushuaia o de Punta Arenas cargados de prósperos turistas europeos o norteamericanos contribuyen a romper la bella monotonía del paisaje helado que rodea el norte de la península Antártica. En la base Esperanza, una de las seis que mantiene en forma permanente la Argentina, militares y científicos están acostumbrados a recibir la visita de turistas. Luego de pedir permiso, los grupos bajan ordenadamente en las lanchas del buque y los asombrados gringos recorren durante un par de horas las vistosas instalaciones, pintadas de un color rojo vivo que destaca contra el blanco del paisaje. Después viene un chocolate o un café caliente en el casino de la base y la compra de algunos souvenires.

Para que el exclusivo tour sea posible, los interesados deberán pagar varios miles de euros correspondientes al viaje en avión hasta la lejana Tierra del Fuego y el crucero de cinco días entre los hielos.

Pero para las bases que la Argentina mantiene en el continente blanco el negocio no existe, sólo se trata de relaciones públicas para exhibir la labor que abnegadamente desarrollan militares y científicos desde hace más de cien años en unas tierras inhóspitas pero hermosas sobre las que el país tiene títulos históricos y geográficos de peso.

El turismo no es la única novedad que se asoma por estas heladas tierras: el calentamiento global, que por estos lares ya se advierte a simple vista, precipitará la pulseada por los recursos naturales entre los países que tiene presencia en el continente. Entre los expertos nadie duda de que la Antártida es el último reservorio de petróleo, gas y minerales inexplotado del planeta.

Por lo pronto, esta semana Esperanza se vistió de fiesta para inaugurar la nueva escuela que reemplaza a la que se incendió hace un año. La ministra de Defensa, Nilda Garré llegó en un viaje relámpago desde Ushuaia para dejar iniciado el ciclo lectivo y con ella arribaron las dos maestras que impartirán clases durante todo el invierno. Dependen del consejo de Educación de Tierra del Fuego, la provincia dentro de cuya jurisdicción se encuentran las Islas del Atlántico Sur y la porción antártica que la Argentina reclama como propias.

La ministra viajó en un Hércules C-130 hasta Marambio, la única base donde pueden aterrizar aviones de gran porte, y desde allí se desplazó en helicóptero hasta Esperanza. La acompañaron la gobernadora de Tierra del Fuego, Fabiana Ríos y autoridades militares.

Esperanza está emplazada en una bahía rodeada de picos nevados y ventisqueros. Una docena de casitas en las que habitan las alrededor de 80 personas que viven aquí en forma permanente matizan el paisaje, recorrido casi siempre por fuertes vientos.

La ministra de Defensa felicitó al personal militar que reconstruyó la escuela 38, Julio Argentino Roca, en tiempo récord.

El jefe de la base, el teniente coronel Gustavo Gómez, un fanático de la equitación que hace sus
primeras armas en la Antártida, explica que la escuela tiene 200 metros cubiertos y está construida con columnas de aluminio y revestida con chapas de un plástico especial.

No es el único motivo de orgullo que últimamente tiene la base. Hace escasamente un mes se inauguró el museo, el primero de la Antártida, que está a cargo de Rubén Montiel, un veterano de casi 80 años con más de 30 campañas antárticas.

El museo funciona en un antiguo taller mecánico construido en el ’52. “Para la Antártida esto es un lujo”, dice don Montiel, que llegó a la Antártida por primera vez en el ’77, como investigador del Museo de Ciencias Naturales. “En el ’75 me invitó la Dirección Nacional del Antártico (DNA), empecé oficialmente en el ’77 y ya no paré más. Mi misión es siempre la misma, en la selva, en el monte o en la Antártida: trabajar”, reflexiona.

El museo reúne fotos antiguas de expediciones antárticas argentinas y muestras embalsamadas de la flora y de la fauna: pingüinos, palomas antárticas, cormoranes de ojos azules, gaviotas.
En Esperanza hay dos tipos de pingüinos, Papúa y Adelia –muy cerca del museo, en una caleta helada, hay una enorme pingüinera– pero en la Antártida hay cuatro en total, más cerca del Polo Sur habitan el de barbijo y el famoso emperador.

Montiel embalsama animales que fueron encontrados muertos, por el Tratado Antártico está terminantemente prohibido matarlos, cazarlos o pescarlos. Además, el hombre se define como “proteccionista”. En la campaña del ’82-’83 todavía se podía cazar focas para los perros, refiere y lamenta que en el ’99, a consecuencia del Protocolo de Madrid, los perros de trineo, un ícono de la exploración antártica, fueron desterrados de estas latitudes por ser considerados exóticos. “Eran lo más lindo que tenía la Antártida”, recuerda Montiel con nostalgia y refiere algunas anécdotas que dan cuenta de la increíble intuición del mejor amigo del hombre, como una que da cuenta de que en una oportunidad los ingleses establecieron un campamento en la isla Belgrano, sobre el mar congelado, pero un temporal separó los hielos y quedaron a la deriva 35 personas con una cantidad de perros. “Todos murieron y sólo logró sobrevivir un perro que llegó de vuelta a la base”, apunta Montiel.

Ahora los perros siberianos son reemplazados por la moto de nieve o el snow cat, que no se detienen ante una grieta que podría resultar letal para una expedición como hacían los perros.
“Yo estoy muy cómodo acá, con calefacción, acostumbrado a trabajar en los refugios con varios grados bajo cero”, reflexiona el anciano y recuerda que en sus primeros viajes el viento pegaba fuerte, sobre todo en los refugios como el de la isla Nelson, un lugar mínimo que tenía comedor, cocina dormitorio y radio todo en un solo ambiente, en el que estuvo 12 veces.

Montiel ya ocupa un lugar en la filatelia argentina: dos estampillas en las que está fotografiado para siempre en la Antártida están en circulación desde este año. No por nada el hombre define su relación con el continente blanco como “una pasión”.

miércoles, marzo 11, 2009

Finaliza segunda expedición antártica de Venezuela

De regreso a Uruguay expedición antártica venezolana
Basado en lo publicado en prensa-latina.cu, con correciones de Antawa.
Montevideo, 10 mar 09 (PL) - Antawa
La segunda expedición científica venezolana a la Antártida regresa mañana a puerto montevideano a bordo del buque ROU 04 General Artigas, de la marina uruguaya.
El grupo está integrado por siete especialistas en diversas materias que formaron parte de un grupo de 29 que durante casi mes y medio realizó importantes investigaciones en el llamado Continente Blanco.
Los otros 22 ya están en su país, pues viajaron en un Hércules C-130 de la FAU (Fuerza Aérea Uruguaya) (Nota: en la publicación original figura "fuerza aérea venezolana" por error), lo que además permitió a los pilotos entrenarse bajo condiciones extremas.
Una fuente de la embajada venezolana en Uruguay que pudo comunicarse con los expedicionarios dijo a Prensa Latina que la misión dio exitosa continuación a otra similar, pero menos numerosa, enviada el año pasado a territorio antártico.
Los especialistas que fueron por vía marítima se asentaron en la Base Uruguaya "ECARE", en Bahía Esperanza y efectuaron estudios de bioquímica, biología marina, oceanografía e hidrografía. Los que viajaron por avión tuvieron como centro de operaciones la base científica uruguaya “Artigas”, en la Isla Rey Jorge.
De modo general sus proyectos investigativos estuvieron enfilados al estudio de la biodiversidad, el clima, la composición físico-química del medio acuático y la bioquímica de los sedimentos, así como a la cartografía náutica de la zona, entre otros temas.
Estas expediciones tienen sustento en un acuerdo firmado por los presidentes Hugo Chávez y Tabaré Vázquez, a tenor con el cual Uruguay aporta su experiencia y capacidad operativa, y Venezuela el financiamiento.
La nación caribeña es miembro adherente del Sistema del Tratado Antártico (STA) y con esas misiones enriquece su expediente para ser aceptado como Miembro Consultivo de la entidad, de la que Uruguay es uno de sus 28 integrantes.
Firmado el 1 de diciembre de 1959 en Washington, el STA regula aspectos sobre libertad de investigación, no nuclearización y no militarización de la Antártida, así como la explotación racional de los recursos marinos vivos y la defensa medioambiental, entre otros.

antawa
lma/asg
PL-190

Se cierra campaña antártica 2008-2009 del INACH

Se fortalece la cooperación internacional.
CONCLUYÓ XLVª EXPEDICIÓN CIENTÍFICA ANTÁRTICA
Publicado en radiopolar.com
11 marzo 2009

Con el fin de la XLV Expedición Científica Antártica (ECA) se cierra la temporada de verano de una veintena de proyectos que trabajaron en las cercanías de la base "Profesor Julio Escudero", perteneciente al Instituto Antártico Chileno (Inach) y ubicada en bahía Fildes, y en otras bases y buques que acogieron a científicos chilenos y extranjeros.
La expedición 2008-2009 comenzó el 8 de noviembre con el proyecto trinacional glaciológico "Clima de Antártica y Sudamérica, CASA", de Chile, Brasil y Estados Unidos y en el que Chile es representado por el Dr. Ricardo Jaña (Inach). A su vez, este proceso investigativo concluyó con el día 8 de marzo con dos proyectos con investigadores en terreno: uno que dirige Emma Newcombe (Cequa, "Estructura de comunidades bentónicas en arrecifes rocosos antárticos") y otro de Angélica Casanova (Universidad de Concepción, "Respuestas ecofisiológicas de la flora antártica bajo un escenario de calentamiento global").
Patricio Barraza, jefe de operaciones logísticas del Inach, comenta que la XLV ECA contó con el traslado desde y hacia el Continente Blanco de aproximadamente 100 personas. Fue una veintena de proyectos en terreno, de los cuales 60 eran científicos y el resto correspondió a personal logístico e invitados.
Cabe señalar que la actividad 2008-2009 se diferenció de otras expediciones en un aspecto fundamental: la cooperación internacional. Se contó con un mayor apoyo de Brasil, ya que esta nación ha apoyado en forma creciente el traslado de personas hacia el Continente Blanco. Otra novedad fue el flete conjunto con España de vuelos a la Antártica. Esto representa la cooperación internacional que promueve el Inach y que, sin duda, es fundamental para el crecimiento científico y logístico de las futuras expediciones.

Primer Laboratorio Antártico de Biología Molecular
El Inach inauguró en febrero el primer laboratorio chileno de microbiología, bioquímica y biología molecular en la Antártica, en la base Escudero, dando así un importante paso para desarrollar nuevas líneas de investigación en Chile. Además, esta plataforma tecnológica permanente permitirá potenciar aun más la colaboración internacional.
En la ocasión, el Director Nacional del Inach, Dr. José Retamales, destacó que con este nuevo equipamiento se está dando inicio a una nueva era para la ciencia antártica nacional, al fortalecer la única base científica chilena, que durante 14 años ha servido de plataforma de trabajo para científicos de universidades, centros de estudios, organismos públicos y empresas privadas nacionales.
Las instalaciones inauguradas, justamente, serán parte de una red de cuatro laboratorios ubicados en la Antártica (1), Punta Arenas (1) y Santiago (2). La inversión total en la implementación de los laboratorios es del orden de los 230 millones de pesos, de los cuales 24 millones corresponden al laboratorio antártico. En este proyecto participan el Inach, la Fundación Biociencia, Swissaustral Chile Ltda. y VitroGen S.A. Este laboratorio permitirá el estudio de muestras en la misma Antártica, dando un mayor valor científico a su análisis in situ. Así, Chile se suma a la tendencia internacional en esta materia, en la península Fildes.