Recibimos y publicamos este interesante comentario sobre la película "La marcha de los pingüinos"
Por Mario Diament
MIAMI.- En el documental "La marcha de los pingüinos", del director francés Luc Jacquet, una bandada de pingüinos emperadores recorre ida y vuelta el desolado espacio antártico, del océano al área de concentración, con el fin de propagar la especie.
Es una rutina angustiosa y descomunal. La época de la fecundación comienza en mayo. Los pingüinos machos saltan del océano y comienzan a marchar pacientemente, en fila india, a través del extenso paisaje helado. Observados a la distancia, parecen una procesión de judíos ortodoxos. Cubren 110 kilómetros de hielos antárticos, a temperaturas inferiores a los 40 grados bajo cero, para seleccionar su pareja.
Tras un ritual de seducción y copulación, la hembra pone su huevo que inmediatamente transfiere al macho, en una operación tensa y delicada. Las hembras parten entonces al mar para alimentarse.
Con el huevo protegido bajo su piel abdominal, imposibilitado de moverse, sin ingerir comida, el macho lo incuba durante dos meses de brutales temperaturas y violentos temporales.
Para el momento en que las hembras regresan, los pichones ya han roto el cascarón. Los machos vuelven al mar para recobrar el peso perdido y almacenar alimentos y son ahora las hembras las que protegen a los pichones bajo su abdomen. Cuando los machos retornan, alimentan a los pequeñuelos a través de sus gargantas y cuando las crías tienen edad suficiente, comienzan a retozar y a aprender los métodos de supervivencia.
Cuando tienen edad suficiente marchan hacia el océano para iniciar su propia rutina de alimentación y copulación. Nunca más verán a sus progenitores.
El ciclo vital de los pingüinos emperadores puede ser admirado como una epopeya extraordinaria o considerado un descomunal acto de estupidez, repetido sin variaciones por millones de años.
Pero para algunos sectores conservadores y de la derecha cristiana en los Estados Unidos, la película se ha transformado, inesperadamente, en una reafirmación de la existencia de Dios y de la sagrada condición de la familia.
De hecho, "La marcha de los pingüinos" lleva recaudados cerca de 70 millones de dólares en los Estados Unidos, lo que lo convierte en el segundo documental más taquillero de la historia del cine, detrás de "Fahrenheit 11/9", que embolsó 120 millones.
Según el crítico Michael Medved, se trata de "la película que más apasionadamente afirma valores tradicionales como la monogamia, el sacrificio y el cuidado de los hijos" y, comparándola con "La pasión de Cristo", sentenció: "Esta es la pasión de los pingüinos".
En una conferencia para jóvenes republicanos, Rich Lowry, editor de la revista conservadora National Review, instó a los participantes a que fueran a ver la película porque "promueve la monogamia". Y una revista cristiana de amplia circulación sostuvo que la película constituye un ejemplo extraordinario del "diseño inteligente", la controvertida teoría con que algunos grupos cristianos pretenden suplantar a la teoría evolucionista de Darwin.
Como reacción a la politización de la película, algunos grupos gays puntualizaron que la heterosexualidad y la familia tradicional no son necesariamente cualidades universales entre los pingüinos.
Como ejemplo, citan el caso de Roy y Silo, dos pingüinos machos residentes en el zoológico de Nueva York, los que viven como pareja y hasta han criado una hija.
Pero tal vez el golpe más devastador a la beatificación de los pingüinos provino de uno de los columnistas estelares del conservadurismo, George F. Will, quien escribió: "Si un diseñador inteligente diseñó la naturaleza, ¿por qué habría decidido convertir a la crianza en algo tan tedioso para estos pobres pingüinos?"
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