martes, abril 19, 2005

Aventuras contadas por sus protagonistas

EXPERIENCIAS : DIECIOCHO HORAS DE ANGUSTIA EN EL MAR DE DRAKE
http://www.clarin.com/
18 de abril de 2005

La aventura de sobrevivir a una brutal tormenta en los mares del Sur


Una periodista de Clarín vivió horas de angustia en su regreso de la Antártida. Aquí cuenta ese viaje, durante el que creyeron más de una vez que naufragaban.

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Olga Cosentino.
ocosentino@clarin.com

Fue una de las tormentas más fuertes que recuerdo", admitió el capitán Jorge Ardighieri cuando el barco oceanográfico "Ushuaia" ya había superado el cruce del Mar de Drake y regresaba a Tierra del Fuego. El desafío de abrir un cine en la Antártida, concretado el lunes 11 por la Dirección Nacional del Antártico y el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales, superó en muchos sentidos las previsiones de la comitiva de artistas, funcionarios y periodistas que viajaron a la base científica argentina Jubany, en la isla 25 de Mayo, del archipiélago Shetland del Sur.

La promesa de alcanzar el continente de hielo comprometía a cierta disponibilidad frente a las sensaciones extremas. Intuíamos que el paisaje real excedería la belleza de documentales y fotografías. Estábamos medianamente preparados para que los 2 grados bajo cero y 12 bajo cero de sensación térmica atravesaran pulóveres, medias, calzoncillos largos, gorros, guantes y botas hasta doler como cuchillos en el hueso. Hasta emocionar.

Una impecable organización había anticipado, en "tranquilizadora" charla ofrecida por el director nacional del Antártico, Mariano Memolli, y por el médico de la tripulación, doctor Constantin Petrosian, sobre las características del Drake. Ibamos a atravesar un turbulento mar de unos 800 km de longitud castigado por vientos cruzados. Los malestares físicos que podían provocar los fuertes movimientos de la embarcación eran "normales".

Todos teníamos alguna provisión de medicamentos para el mareo y las náuseas. Igual, la demanda médica y farmacológica en las primeras 24 horas puso a prueba la eficiencia profesional y la calidez personal del doctor Petrosian. La tripulación en pleno funcionó como contención. Era un alivio ver al cocinero, al capitán o las camareras sonreír y caminar con habilidad acrobática. La serenidad —verdadera o impostada, el mérito es el mismo— del presidente del INCAA, Jorge Coscia, del vicepresidente, Jorge Alvarez, del director de la DNA y de todos los organizadores fue también destacable.

El segundo día de travesía descendió el insumo de fármacos; la mayoría se atrevió a desayunar y almorzar. Unos más pálidos que otros, oponiendo sentido del humor a la vulnerabilidad compartida, estábamos en tren de superar lo que históricamente se consideró una prueba mítica para navegantes osados. Vómito más o menos, acaso no hubiera ya tanta diferencia entre el corsario inglés Francis Drake (1540-1596) a quien evoca el violento mar y estos 62 pasajeros de acaso menos perdurable memoria.

La calma volvió durante las últimas 4 horas de navegación, antes de que el "Ushuaia" tirara el ancla y fondeara a unos 400 metros de la caleta Potter, una playa protegida, de piedra y hielo, adonde llegamos en botes Zodiak de desembarco militar. La calidez de la recepción fue inversamente proporcional a la temperatura.

En los discursos, que el frío abrevió al máximo, Coscia, Alvarez, Memolli, el secretario de Medios de la Nación, Enrique Albistur, y el jefe de la Base Jubany, capitán Héctor Pavón, coincidieron en remarcar el protagonismo de la cultura a la hora de reinstalar un concepto de soberanía vinculado no ya a la guerra o la conquista territorial sino al respeto y la preservación de los recursos del planeta y a la diversidad cultural. Curiosamente, nada sonaba retórico. Algo del orden de lo sagrado parecía recuperar su sentido entre gestos y símbolos generalmente devaluados.

Hubo una sorpresa fuera de programa: la llegada en gomón de un grupo de científicos de la base King Sejong de República de Corea, ubicada a 25 km detrás del glaciar Fourcade. Eran los primeros espectadores espontáneos y se habían enterado del evento ese día, por Internet.

En la sala calefaccionada de 58 butacas el director Juan José Campanella presentó su Luna de Avellaneda y enlazó el acto fundacional del primer cine en la Antártida con la idea central de su película, "la historia de un club de barrio, desde su modesta época de gloria hasta su ruina y la terca voluntad de la gente de refundarlo; es una metáfora del país", dijo. Tras la proyección, el jefe del grupo coreano agradeció y dijo en inglés, con contenido temblor de mandíbula: "Lo mismo pasó en Corea."

A las 6 de la tarde, embarcados nuevamente en el "Ushuaia", la euforia y la sensación de "tarea cumplida" duraría unas horas. Después de la cena se armó el baile, un intento de confraternizar y liberar tensiones. Afuera, las olas castigaban vidrios y cubierta con furia creciente. El balanceo de babor a estribor abría cada vez más el ángulo de inclinación. El capitán había advertido que ese movimiento o "rolido" es típico en el Drake y que la embarcación podía llegar a oscilar en un ángulo de hasta 50ø en medio de una tormenta. Después íbamos a saber que se superó ese número, con riesgo de dar una vuelta de campana. Y que en la escala de peligrosidad de 1 a 10 habíamos vivido una tormenta de grado 9. El barco se montaba sobre olas de 10 y 15 metros para caer después golpeando como si se desplomara sobre una roca. Una treintena de personas se tendió horizontalmente en el piso del bar. Evitar exteriorizaciones de pánico fue la consigna tácita que ayudó en esa experiencia límite. Por suerte, las conductas egoístas fueron la excepción. Alguno simulaba dormir para tranquilizar a los demás. Otro tuvo la generosidad de arriesgarse hasta su camarote y traer mantas para abrigar a sus compañeros. La solidaridad era el lugar más seguro.

Hubo quien fue arrojado al piso desde su litera. Un inodoro fue arrancado de cuajo con su ocupante puesto. El ridículo dibujaba una síntesis dramática perfecta. A lo largo de 18 horas interminables, los sonidos del viento confirmaron el porqué del nombre de "los 40 bramadores" (para 40ø de latitud sur en el Mar de Drake), "los 50 aullantes" (50ø) y "los 60 ululantes" (60ø).

Luminosa, la mañana del jueves nos ingresó simultáneamente en la magnificencia del paisaje fueguino y en la categoría de sobrevivientes. Una condición que en realidad todos tenemos en cada minuto de nuestras vidas.

En el acto inaugural de la sala Bicentenario, Jorge Coscia había dicho que "no es fácil imaginar un país sin cine; sería como una casa sin espejos donde mirarnos para saber quiénes somos; el cine nos permite reconocer nuestra identidad". Una tormenta en el Mar de Drake, también.

2 comentarios:

  1. Que buena aventura, Soliralidad...

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  2. Jorge Andres Gutierrez4/11/09 23:51

    Que buena aventura =) espero que publiquen mas de este tipo de aventuras y espero que a las personas les interese este tipo de aventuras para aprender a valorar y aprender el valor de la soliralidad

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