ENTREVISTA CON ORIOL DOMÈNECH, OTORRINOLARINGÓLOGO
Por XAVIER MORET
Catalanista huido del franquismo con tierras en la Patagonia.
En los 50 vivió nueve meses en la Antártida.
Publicado en Elperiódico.com
19/4/2009
-La suya es una vida de novela, doctor.
-A todos nos pasan cosas.
-Pero no todos han vivido en la Antártida y tienen una estancia en la Patagonia.
-Bueno... Yo estaba en Buenos Aires en 1952, como ayudante en una operación, cuando me llegó la aceptación de mi solicitud para ir a la An- tártida. La firmaba el ministro de Marina. Y me fui para la isla de Half Moon.
-¿Por qué quería ir a la Antártida?
-Había tenido problemas en España por catalanista, me hicieron un consejo de guerra y estuve en varias prisiones, y me había fugado a Argentina con pasaporte falso. Una vez allí, preferí ir a un lugar límite.
-¿Se quedó mucho tiempo?
-Estuve nueve meses en aquella pequeña isla, rodeado de un mar helado y con un comandante que estaba loco, como el capitán Bligh de Rebelión a bordo. Si no le pongo un 38 en la sien, no habría regresado nunca.
-¿Qué pasó?
-El comandante era un déspota. Una vez tuvimos que caminar 70 kilómetros por el mar helado, y como él no podía más, nos ordenó detenernos a poca distancia de la costa. El hielo amenazaba con romperse, pero él se negaba a continuar. Al final tuve que ponerle un 38 en la sien. Solo así aceptó continuar hasta la costa. Poco después se rompió la gran masa de hielo.
-¿Cómo era la vida allí?
-El viento y el frío eran terribles; había vientos de hasta 220 kilómetros por hora y temperaturas de 35 bajo cero, pero las auroras australes eran una maravilla.
-Tengo entendido que escaló una montaña.
-El Mount Plymouth. Está en la isla de Greenwich, en territorio chileno, y nadie lo había coronado hasta entonces. Dejé una bandera catalana en la cumbre, aunque entonces no se dijo nada.
-¿Alguna otra hazaña?
-Me jugué la vida atravesando un mar helado para ir a amputarle la pierna a un marino chileno de la Base Pratt. La tenía gangrenada y fue un éxito.
-Ahora se ha puesto de moda viajar a la Antártida.
-Entonces no parecía interesar a nadie. Estuve operando en Ushuaia, que entonces era conocida como "el culo del mundo", durante un tiempo. Luego regresé a Alemania, y desde allí preparé la fuga de la que sería mi esposa, Mercedes, por Portugal.
-Otro episodio de novela.
-Cruzamos el río Miño a nado para llegar a Portugal, y en 1956 nos casamos en Lisboa. Ella tenía entonces 23 años, y la mayoría de edad no era entonces hasta los 25. La detuvieron después de la boda y su familia la encerró en un reformatorio. Yo tuve que irme a Argentina, confiando en que ella podría reunirse conmigo más adelante, como así fue.
-¿Y volvió a ejercer de médico?
-No me convalidaban el título, pero se inventaron la ley Domènech para que pudiera operar al sur del paralelo 42. Me establecí en Tierra de Fuego y en Río Gallegos, y enseguida empezó a venir gente para que la operara yo mismo. Llegaron a recoger más de 30.000 firmas para que no me fuera. Venía gente hasta de Santiago, que estaba nada menos que a 3.000 kilómetros.
-También estuvo en Paraguay, ¿no es cierto?
-Estuve ejerciendo en el Matto Grosso. Un día llegué a un poblado donde había un hechicero, con plumas y todo. Cuando se me escapó un "¡collons!" a media operación, me dijo, sorprendido: "¡Vós sou català!". Resultó que era un estudiante de Medicina de Girona que en el exilio ejer- cía de hechicero.
-¿Y cuándo compró la estancia Canigó?
-Un día, en Río Gallegos, vino un español que me dijo que me vendía su estancia. Recorrimos con mi esposa y mi hijo muchos kilómetros a caballo y llegamos a un lugar maravilloso, cerca del cerro Torre. Compramos la estancia, de 8.500 hectáreas.
-¿Y luego la amplió?
-Más arriba había un campo fiscal, del Estado, y lo compré barato, pagando por hectárea menos de lo que entonces costaba una Coca-cola. Después compré otra estancia, y las tres juntas formaron Canigó. La bautizó mi mujer, porque decía que las montañas allí eran "fresques i regalades".
-¿Tenía ganado?
-Vacas y caballos. Los marcamos con las cuatro barras de la bandera catalana... y los de allí decían que era "una parrilla".
-¿Cuándo regresó a Barcelona?
-En los años 70. Argentina era entonces muy inestable y quería que mis hijos crecieran aquí. Pero uno de mis cuatro hijos, Ivo, sigue allí, en la Patagonia. Montó en El Chal- tén un bar llamado La Senyera. Aquella tierra es maravillosa.
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