Publicado en El País de Montevideo
29ene07
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Barcos hundidos y vestigios de refugios son lo más codiciado
BUENOS AIRES - Un grupo de investigadores argentinos, españoles y estadounidenses parten hoy a la Antártida en busca de barcos y "tesoros" de los cazadores de ballena, en su mayoría noruegos, que irrumpieron a inicios del siglo XX en las frías aguas del continente blanco.
A bordo del rompehielos argentino "Ice Lady Patagonia", los expertos zarparán desde Ushuaia, la ciudad más austral del mundo. Buzos, alpinistas y especialistas en glaciares, entre otros, compartirán el viaje.
Embarcaciones hundidas o abandonadas a la vera de las costas, armas de caza y uniformes de los balleneros, monedas antiguas y barriles donde guardaban la preciada grasa de los cetáceos, están entre los "tesoros" que llevaron a Carlos Vairo, un especialista en historia de la Antártida, a organizar el viaje.
El especialista lleva adelante una investigación sobre los asentamientos históricos balleneros en el continente.
Los asentamientos son refugios donde se instalaban los cazadores noruegos y suecos cada año, entre fines de noviembre y marzo, y desde donde salían a la caza de ballenas en embarcaciones más pequeñas para regresar con los gigantes mamíferos a remolque.
Esos primeros pobladores de la Antártida traían desde el norte de Europa factorías flotantes donde retiraban la grasa de las ballenas que colocaban a hervir en calderas con agua dulce para obtener el aceite. Ese aceite era luego depositado en barriles de roble para su transporte.
"El aceite servía como combustible para las máquinas, en la industria cosmética y con la Primera Guerra Mundial (1914-1918) se utilizó para la elaboración de nitroglicerina", explicó Vairo.
El "Ice Lady" posee un robot con cámara de video apto para sumergirse en aguas heladas en busca de vestigios de barcos hundidos. AFP
Carlos Galván
ResponderBorrarcgalvÿn@clarin.com
La expedición comandada por un argentino que fue a la Antártida en busca de huellas de los primeros habitantes del Polo Sur terminó de manera exitosa: consiguieron localizar restos dejados por los cazadores de ballenas que recorrieron esa parte del planeta a principios del siglo XX y ubicaron nueve puertos en los que los balleneros amarraban sus buques.
"Las profundidades de ocho de esos nueve puertos directamente no figuran en las cartas náuticas. Esto significa que nunca fueron relevados y que, por lo tanto, en los últimos 80 años nadie había estado en esos lugares", contó a Clarín Carlos Vairo, el especialista en historia antártica que lideró la expedición.
Los primeros pobladores del Polo Sur fueron los balleneros, principalmente suecos y noruegos, que anduvieron por el continente blanco entre 1906 y 1931. Llegaban a fines de noviembre y se iban a principios de marzo. Desembarcaban y creaban un asentamiento desde el que salían a cazar en embarcaciones más pequeñas. Después remolcaban las ballenas hasta el campamento, donde las faenaban.
La expedición —participaron 32 investigadores, españoles en su mayoría— se hizo a bordo del rompehielos argentino Ice Lady Patagonia, una embarcación que pertenece a la Asociación de Exploración Científica Austral.
"Además navegamos mucho en botes de goma. Ir en embarcaciones más pequeñas nos permitió recorrer cientos de lugares que eran inaccesibles en el rompehielos", explicó Vairo.
En uno de los nueve puertos que recorrieron encontraron tres botes de madera de siete metros de largo. Aunque hacía unos 80 años que estaban a la intemperie lucían en bastante buen estado.
También hallaron botellas vacías de diferentes bebidas alcohólicas, pipas de madera, cadenas de amarre, cables de acero, anclas y señales marítimas y montones de restos de cetáceos.
La expedición, además, encontró un punto de referencia muy utilizado por los balleneros: el Nunatak Negro, una pared de roca negra de 200 metros de caída que se encuentra en la península antártica.
"Era como Obelisco. Servía de punto de referencia a los navegantes a principios del siglo pasado porque no acumula nieve", dijo Carlos Vairo.
Aunque los hallazgos tienen un altísimo valor histórico, a Vairo le quedó una sensación de gusto a poco: "Lo cierto es que no fue todo lo espectacular que esperaba. Este verano la Antártida estuvo embromada, con mucho mal tiempo y vientos huracanados que no nos permitieron fondear en algunos de los lugares que pretendíamos explorar".
Por esta razón no pudieron cumplir con una de las partes de la misión: buscar tres barcos a vela que se usaban para cazar lobos marinos y que se hundieron a mediados del siglo XIX. Vairo, aventurero incurable, ya debe estar haciendo planes para el verano del año que viene.