Publicado en Clarin, Argentina
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Aunque allí está prohibida cualquier explotación, los extraordinarios deshielos facilitan el futuro acceso a las riquezas naturales. China, Rusia y Corea agrandan sus bases. Y Gran Bretaña ahora reclama territorios. Por: Gustavo Sierra
Fuente: ISLA KING GEORGE, ANTARTIDA. ENVIADO ESPECIAL
Cuesta sacar los botes zodíaco de entre los bloques de hielo. Estamos enfundados en unos trajes de neoprén con los que apenas nos podemos mover. Los "escombros" del glaciar que se cayeron anoche en la bahía Potter atrapan a las estructuras de goma de los botes como si fueran tenazas. Pero lo tenemos que hacer rápido. Hay apenas unas tres horas para ir hasta la base coreana King Se Jong antes de que comience otra tormenta. En uno de los botes viaja el jefe de la base Jubany, Fernando Morales, y en el otro los buzos y yo. Tenemos que pasar el cabo Winship antes de llegar a la Caleta Marian, en donde está la base.
Trabajos en la Base "Great Wall" de China en la Isla Rey Jorge / 25 de Mayo
Pasamos una serie de rocas que se extienden de la costa sur de la península con unas formas particulares. Luego vienen las enormes pingüineras de la playa Barton, que se perciben mucho antes de llegar por el fuerte olor del guano de los pingüinos barbijo, que repletan el lugar. Entonces aparece el primer refugio de los coreanos, que utilizan sus científicos para estudiar el comportamiento de esos animales.
La base King no impresiona a primera vista. Pero cuando nos acercamos aparecen un muelle de buen calado y una enorme grúa. Y al pie de la caleta ya se puede ver un ritmo desenfrenado de construcción: topadoras, excavadoras, dos camiones, decenas de obreros. "Vamos a tener una segunda casa y laboratorios para antes del invierno", nos dice Hong Jong Kuk, el jefe de la base, mientras se disculpa porque tiene que ir a despedir a una numerosa delegación de políticos y periodistas que llegaron el día anterior para festejar el 21 aniversario de la presencia coreana en la Antártida. Como todos acá, los coreanos aseguran estar en el continente para hacer ciencia. Una semana más tarde, encuentro a Hong de visita en la base chilena. La charla es más relajada y se sincera. "Todos los países están en una expansión en la Antártida. Nadie se quiere quedar afuera de lo que vendrá, más allá de que no se sabe qué es lo que viene. Pero los países ex comunistas como Rusia y China están a la vanguardia. Nosotros somos un país pequeño y sólo podemos tener presencia, pero ellos quieren jugar un rol importante en el futuro antártico".
Trabajos en la Base "King Sejong de Corea
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Salgo de la base argentina Jubany con una lancha rápida chilena hacia la base uruguaya Artigas. Mi objetivo es estar del otro lado de la isla King George, don de están "los verdaderos jugadores" de esta conquista de la última Tierra Mítica. En Artigas me reciben Pipo Nuñez y la médica Silvia como si nos hubiéramos conocido de toda la vida. "Nosotros estamos acá para apoyar a científicos y, tal vez, recibir algo de turismo. Pero ya vas a ver a nuestros vecinos", me dice Pipo. Uruguay tiene su propio juego diplomático. Está sirviendo de entrada de Venezuela en la Antártida. La armada uruguaya alquiló un buque a su par venezolana para que vayan aprendiendo a navegar en estas aguas congeladas. Y varios científicos venezolanos ya están o vienen en el barco para trabajar en Artigas.
Para llegar a la base rusa Bellingshausen hay que recorrer sólo seis kilómetros, pero por un terreno barroso en el que la moto uruguaya se hunde y sale como un potrillo brioso. Partimos para ver a Alexander "Sasha" Orup, un joven de 35 años pero con mucha experiencia antártica. Su base está pegada a la chilena Frei, en la Caleta Ardley, y está dotada con varios edificios. En su predio, además, está la única iglesia ortodoxa de la Antártida, St. Trinity, realizada en Siberia y armada aquí en 1994.
"Sí, plantamos una bandera en el Polo Norte y otra acá, pero son cosas diferentes. En la Antártida no tenemos pretensiones territoriales, sólo de presencia. Y la queremos aumentar. Estamos acá por la paz", aclara Orup. El "embajador" ruso en la Antártida se refiere a la polémica operación que Rusia difundió el año pasado (ver "En el Artico..."), y que siete meses después replicó en la Antártida. "La bandera rusa fue colocada el 14 de febrero en el lecho marino del Polo Sur geomagnético", anunció cinco días más tarde en Moscú el vocero del Instituto de Investigación Científica del Artico y la Antártida, Sergei Baliasnikov. Esa "simbólica" operación constituye la primera acción de soberanía explícita en este continente.
Los chilenos de la base Frei son los verdaderos "dueños" de la Península Fildes, y tienen una enorme base a pocos metros del sector ruso. Poseen el único aeropuerto operable casi todo el año en la zona, y tienen una pequeña villa armada con todas las comodidades. Viven allí once familias con un banco, supermercado, correo, gimnasio, planta de tratamiento de aguas, recepción de la televisión de su país y escuela. Chile y Argentina son los únicos países que mantienen su presencia con familias enteras. "Cuando uno se encuentra con la Antártida surgen un montón de interrogantes ¿Qué va a pasar con el agua, los minerales o los recursos marinos? No hay respuestas rápidas a esto. Serán los países con mayor interés en este continente los que decidirán. Y veremos qué criterio se impone: si se mantiene una Antártida preservada para las ciencias y el turismo o si ganan quienes buscan la explotación de las riquezas", se pregunta el comandante Raúl Jonquera, de la Fuerza Aérea chilena y a cargo de la base.
Chile le disputa a la Argentina las pretensiones de una buena porción del mismo territorio en la península antártica. El reclamo chileno se superpone con el argentino entre los meridianos 53 y 74, aunque todo está bajo el paraguas del Tratado Antártico, que congela cualquier ambición territorial hasta el 2048. Pero a ambos les apareció un rival aún más poderoso. Gran Bretaña anunció en octubre que hará un pedido a las Naciones Unidas por la soberanía de más de un millón de kilómetros cuadrados alrededor de las islas Malvinas y que comprenden una buena porción de la llamada Antártida Argentina. Esto podría extender los derechos de explotación sobre petróleo, gas y minerales hasta 350 millas en el Mar de Drake. El ex presidente Kirchner rechazó esta pretensión en un discurso ante la Asamblea general de la ONU en septiembre pasado.
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Si casi todas las bases internacionales están en expansión, China parecería que va a trasladar la sede de los juegos olímpicos de Beijing hasta la Península Fildes de la Antártida. En la base Gran Muralla hay más de 3.000 metros cuadrados en construcción. "Sólo nos estamos preparando para una mayor actividad científica", asegura Sun Yunlong, el ingeniero de Shangai y veterano de varias expediciones antárticas, que ahora está a cargo de esta renovada estación. Para llegar a la base china no hay que avanzar mucho desde el sector chileno. Apenas se pasa la isla Ardley y antes de llegar a la Punta Halfthree, hay una enorme roca pintada con los signos que dicen "bienvenidos" en mandarín.
Desde allí se pueden ver las torres de las grúas que trabajan sin parar. Un enorme edificio tapado con una bandera azul que albergará al menos a cien personas ya está casi terminado. Detrás están colocando las ventanas de otro edificio de tres pisos, el más alto de la península antártica, donde funcionarán los laboratorios científicos. Y en el frente, decenas de obreros colocan las vigas de otra enorme estructura que será un gimnasio. A todo esto hay que sumarle una base totalmente armada, que a partir del año que viene se transformará en el primer hospital de la península antártica. "Tenemos enorme interés en la Antártida y queremos estar preparados para lo que viene", asegura Sun Yunlong.
De regreso y al pasar por la base Frei, me encuentro con Alejo Contreras Staeding, un explorador antártico chileno con 32 años de experiencia en la zona. "Esto se modificó completamente. Los glaciares se retiran, los animales se van hacia el polo porque aquí ya no tienen comida, y todos se van preparando para la guerra del agua, que se va a disputar de aquí a 50 o 100 años", comenta Contreras, mientras caminamos hacia la base rusa. Subo la colina donde está la iglesia ortodoxa St.Trinity. En su interior hay una paz que ya parece perdida en el continente congelado. Hay olor a incienso y a abeto recién cortado. Acá adentro uno no puede creer que en esta tierra mítica se pueda desatar otra Guerra Fría.
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