miércoles, marzo 31, 2004

Tierra del Fuego, viernes 26 de marzo de 2004
Edición digital
Nº 2172
www.p23.com.ar

Hernán Pujato
En la eterna paz de los hielos
Las cenizas del general Hernán Pujato, comandante de la primera Expedición Científica a la Antártida Continental, descansarán en la eterna paz de los hielos antárticos.
Esa travesía se concretó gracias a la excelencia profesional y humana del gran marino mercante argentino, capitán de ultramar Don Santiago Ignacio Farrell, quien fue artífice de una verdadera epopeya antártica, al arribar con una vieja barcaza de desembarco, el "Santa Micaela", a la Bahía Margarita, debajo del círculo polar antártico, para permitir que Pujato y sus hombres instalaran la la primera base continental nacional.


Ushuaia (Colaboración de Alejandro Héctor Bertotto) -
Poco se conoce sobre la importancia que adquirió la 1ª Expedición Científica a la Antártida Continental, comandada por Hernán Pujato, la excelencia profesional y humana del gran marino mercante argentino, capitán de ultramar Don Santiago Ignacio Farrell, quien fue artífice de una verdadera epopeya antártica, al lograr arribar con una vieja barcaza de desembarco, el "Santa Micaela", a la Bahía Margarita, debajo del círculo polar antártico, para permitir que Pujato y sus hombres instalaran la Base San Martín, constituyéndose en la primera base continental nacional, por entonces la más austral del mundo.
Quienes hemos tenido el honor de continuar la obra del enorme pionero antártico argentino don Hernán Pujato. Quienes tuvimos la enorme distinción de escuchar de su propia voz las enseñanzas y los compromisos que él, aún a sus 99 años, seguía obsequiándonos a quienes lo estuviéramos escuchando, debemos, en este momento tan particular en donde los sentimientos oscilan entre la tristeza de haberlo visto partir para siempre y la alegría de saber que desde estos días sus cenizas descansarán en la eterna paz de los hielos antárticos de su amada Base San Martín, no podemos olvidar quién fue el Capitán Farrell en la vida de Pujato y de la estrategia antártica argentina. No en vano el anciano general, consciente de que su partida de este mundo estaba próxima, contaba con orgullo la felicidad que para él significaba haber obtenido de la familia del ilustre marino argentino, la autorización para que las cenizas de Farrell lo acompañen en su última morada, para que juntos, desde el confín de la Patria, puedan velar por esa inmensidad por la que tanto esfuerzo y lucha dedicaron en sus vidas.
Es justo, entonces, compartir con nuestra comunidad la semblanza del capitán Farrell, que nos regala el Dr. Jorge Julio Mottet, también compañero de ruta de ambos, en su obra "Reminiscencias".

"Reminiscencias"

JORGE JULIO C. MOTTET (Expedicionario al Desierto Blanco). Editorial EDIVERN. Buenos Aires. Año 2003.
Homenaje al Capitán de Ultramar Santiago Farrell. (Página 246)
Cuando los dos hermanos Pérez Companc ofrecieron su patriótica y desinteresada colaboración, también se comprometieron a dotar al Santa Micaela con el mejor equipo posible, que incluía un poderoso radar para reforzar el puente de mando y todas las reparaciones y reacondicionamiento necesarios para que la nave estuviera en las mejores condiciones operativas posibles. Un rubro al que le prestaron preferente atención fue al de la tripulación. Todos fueron seleccionados entre lo mejor de esa compañía e, incluso, reforzados con otros avezados marinos.
Al frente de ese experimentado plantel, se puso a un sobresaliente y prestigioso capitán de ultramar, el señor Santiago Farrell, quién se convirtió en el verdadero héroe de ese epopéyico viaje hasta Bahía Margarita. A su comando estaba una nave que, por mas que había sido preparada para una travesía en situaciones harto riesgosas, no estaba ni cerca de calificar para entrometerse enmares traicioneros, plagados de hielos flotantes, donde habían fracasado tantos otros navegantes antes que él.
Consciente de su responsabilidad y de la patriótica motivación de nuestra empresa, aceptó el desafío poniendo por delante su pericia marinera y la eficiencia de sus colaboradores para enfrentar los imprevistos de los mares antárticos. El sabía que estaba expuesto a naufragar ante el menor error o por la confrontación con factores imponderables para los que el barco no estaba preparado.
En varias partes de este libro, hemos mencionado su actuación al frente del Santa Micaela y su llegada a Bahía Margarita. Quienes hemos visto actuar a ese capitán en su puente de mando, quienes fuimos testigos de su seguridad, de su aplomo y de su seguridad en momentos difíciles, quienes sufrimos y vivimos con él todas sus inquietudes y lo vimos solucionar uno a uno todos los problemas que se le fueron presentando, nunca lo olvidaremos. Además de ello, su figura firme y enhiesta en su puesto de comando, luchando contra la furia de los mares antárticos como un gladiador ante enemigos superiores, nos transmitía la seguridad de saber que estábamos en las mejores manos. Al evocarlo, lo hacemos con respeto y gratitud y lo saludamos como a un digno sucesor de Piedra Buena, heredero de sus blasones y de sus virtudes marineras.
Neptuno, el hijo de Saturno y hermano de Júpiter y de Plutón, le abrió camino y con él, con sus caballos de doradas crines que arrastraban su carro sobre las olas de los océanos, el capitán Farrell también condujo al santa Micaela en un viaje en el que no muchos creían.
Esa debe haber sido su epopeya más heroica, la que le abrió dignamente el portal de la historia por donde han pasado los mejores navegantes. Varios años después, al comando de la motonave Petromar, encontró la muerte en una catástrofe sin precedentes en la historia fluvial argentina. Su barco, cargado de petróleo, fue embestido por otro que, en un día de espesa niebla, navegaba en sentido contrario por el río Paraná.
El Petromar ardió como una tea interminable a la vista de los pobladores ribereños que, impresionados, contemplaron por varios días la consumación de ese desastre. La nave quedó totalmente destruida por efecto de las llamas, se produjeron ingentes pérdidas materiales y, lo que es mucho peor, la pérdida de preciosas vidas de honestos trabajadores marítimos, entre los que se encontraba el capitán de ultramar Santiago Farrell, aquel heroico marino que llevó al Santa Micaela raudamente hasta el sur del círculo polar.
Su cuerpo fue encontrado luego de una larga búsqueda en el puente de mando, semi destrozado por las explosiones que destruyeron la nave que comandaba y calcinado por el fuego. El río, tributario de los mares, cobraba en esa forma la intrepidez del hombre que había paseado el azul y blanco pabellón de la Patria entre el azul y blanco de mares y hielos polares.
El homenaje que en estas líneas le tributo es en nombre de todos los que nos beneficiamos por su arrojo y determinación. Capitán Santiago Farrell, usted fue una inspiración motivante para quienes lo conocimos y le rendimos este homenaje con profundo agradecimiento. Sin usted al comando de esa barcaza de desembarco, nuestra empresa no hubiera sido posible y las legiones de antárticos argentinos que nos siguieron habrían visto postergado el cumplimiento de sus patrióticos anhelos. Los doctores Jorge y Carlos Pérez Companc confiaron en usted y simbólicamente le dieron la llave para que abriera las puertas del continente blanco para nosotros. Sin alardes ni petulancias, sin reclamar merecidos protagonismos, como sólo lo saben hacer los verdaderos grandes, cumplió su misión. Todos se lo agradecemos.

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