viernes, enero 09, 2009

Lección de supervivencia polar

Chus Lago soportó ventiscas de 150 km/h con visibilidad cero, un terreno con grietas fuera del mapa y una temperatura media de -25° durante la travesía
Autor: X.R. Castro
Publicado en http://www.lavozdegalicia.es
9 enero 2009

Dos meses y medio fuera de casa, 59 días sola en la Antártida rodeada de nieve por todas partes para recorrer 1.200 kilómetros de distancia con una pulka (trineo) que pesaba de inicio 130 kilos, una temperatura media de -25° y la comida justa para llegar al centro del continente helado. Pero los números gélidos esconde también dos meses de película para la viguesa.
Desde ventiscas con rachas de 150 kilómetros por hora que estuvieron a punto de acabar con su tienda aerodinámica a grietas en el suelo antártico o una nubosidad crónica que redujo al mínimo los paneles solares para recargar sus baterías.

Todo comenzó el 11 de noviembre.
Horas después de que el Ilyushin que la transportaba tras nueve días de espera en la localidad chilena de Punta Arenas tomase tierra (en este caso sobre una superficie helada) en la base de Patriot Hills. Aquel lejano primer día de expedición anduvo ocho kilómetros.
Los primeros problemas no tardaron mucho en llegar. Grietas de considerables dimensiones hicieron acto de aparición en la tercera jornada y la obligaron a dar un rodeo que estaba fuera de la hoja de ruta.

Ventisca de 150 km/hora
Un vendaval con rachas de viento de 150 kilómetros por hora y que provocaron una visibilidad nula (era imposible ver más allá de 5 metros) la saludó durante la primera semana. En su blog llegó a comentar: «No veo nada. Si me encuentro una grieta, me traga seguro». La tienda no resistió en su integridad las acometidas de Eolo y necesitó de un cosido cuando el tiempo amainó. Por si fuera poco la pulka se enterraba en la nieve y dificultaba cualquier avance. El parte de daños se cerraba con unos paneles solares tocados «que necesitaron de un cabestrillo» -Chus Lago, dixit -.

Una media de diez horas
Chus Lago dedicó una media de diez horas diarias a su travesía sobre el Antártico. Siempre con el mismo ritual: tres horas de arrastre, parada para desatar el arnés, cambiarse las gafas para poder ver algo y descansar para beber agua e ingerir alimentos. Todos ionizados y preparados en A Madroa, su barrio vigués de residencia. En más de una ocasión alcanzaron picos de catorce, con alguna jornada maratoniana -en donde incluso llegó a perder el equilibrio- que comenzaba a la una y media de la madrugada, teniendo en cuenta la luz luminosa del verano austral.

Máximas de -16°
Suena a chiste, pero Chus Lago echó de menos un poco más de frío en alguna ocasión. El termómetro llegó a rondar los -16°, lo que dificultó el arrastre del trineo. «Parece que me estoy moviendo en una sopa de nieve», comentó la dama de las cumbres , que en alguna ocasión confesó realizar la travesía en una camiseta térmica como única prenda de abrigo. Esta benigna climatología le impidió fijar las sujeciones de la tienda.

2.850 metros de ascensión
El continente blanco tan solo tiene de llano la apariencia. Chus Lago comenzó la travesía a 370 metros sobre el nivel del mar, en la bahía de Hércules, y alcanzó los 2.850 metros cuando llegó al centro geográfico terrestre del Polo Sur. En alguna ascensión el trineo poco menos que se puso recto, desafiando las leyes físicas.

Con la comida justa
Chus Lago llegó a la línea de meta justa de provisiones. El frío y el desgaste de muchas jornadas le hicieron tirar de una despensa de 30 kilos que estaba pensada para un mínimo de 55 días y un máximo de 60. Al final necesitó de la media mayor y eso se dejó sentir en unos víveres donde las calorías y el agua eran la clave para mantener el cuerpo en condiciones. Llegó a su objetivo debilitada y más delgada.

58 días y una noche
El pasado 2 de enero, en el Gran Plateau, en la antesala del Polo Sur, se hizo de noche. Las nubes, oscuras y pesadas como jamás las había visto, dejaron en penumbra la Antártida. Fue el único momento en dos meses en el que la oscuridad le ganó la batalla a la luz, y eso que las nubes fueron compañeras de viaje de principio a fin. De una travesía inolvidable.

fragmentos de meteorito encontrados en la Antártida

Publicado en http://www.laopinion.es
Dos extraños fragmentos de meteorito encontrados en la Antártida hace dos años, provenientes de un antiguo asteoride, han servido de evidencia para un equipo de geoquímicos de la Universidad de Maryland, que han demostrado que la composición de la corteza de los asteroides puede ser similar en su composición a la corteza de la Tierra.

OTR/PRESS Según la investigiación, el asteroide del que provenían los meteoritos se formó en los primeros tiempos del Sistema Solar y contiene gran cantidad de fesldespato oligoclasa.
Estos fragmentos se convierten en el primer hallazgo de material provenniente de un asteroide con una corteza similar a la corteza terrestre. Según los autores del estudio, estos meteoritos apuntan a unos materiales formados en la historia temprana del Sistema Solar y "no reconocidos previamente" por la comunidad científica.
"Lo que es inusual en la mayoría de estas rocas es que tengan composiciones similares a la corteza continental de la Tierra, algo que sí poseen las rocas analizadas", explica James Day, primer autor del estudio y científico investigador del departamento de geología de la Universidad de Maryland. "Hasta ahora no se habían visto meteoritos de este tipo", asegura en declaraciones a la revista 'Nature' recogidas por otr/press.
En este sentido, Day explica que su equipo centró sus investigaciones sobre cómo la corteza de diferente objetos del Sistema Solar podría tener composiciones similares. "Además, este descubrimiento pone de manifiesto que la formación de la corteza se produjo en nuestro Sistema Solar por procedimientos distintos a la tectónica de placas, que es el proceso que creó la corteza de la Tierra", explica el investigador.
Los dos meteoritos (numerados con GRA 06128 y GRA 06129) fueron descubiertos en la zona de Nunatak Icefield (Antártida) durante la temporada 2006/2007 del US Antartic Search for Meteorites (ANSMET). Day y sus colegas recnocieron enseguida estos meteoritos debido a su elevado contenido del mineral fesldespato con un llamativo colorido conocido como oligoclasa. Posteriormente, los analizaron. "Nuestros resultados apuntan a que la edad de estas rocas se remonta a más de 4.520 millones de años y que se formaron durante el nacimiento del Sistema Solar", explican los investigadores.

GRANDES REFLECTORES DEL SOL
Pero estos meteoritos podrían no ser únicos. Un número de estos cuerpos situados en el cinturón de asteroides podrían tener propiedades similares, incluído el asteroide Steins, estudiando por la sonda Rosetta de la Agencia Espacial Europea en septiembre del año pasado. Estos asteroides, de tipo E, deben reflejar la luz del Sol de manera muy brillante por su alto contenido en feldespato.
Según Day y sus colegas, encontrar pedazos de meteoritos con esta composición es importante ya que, no sólo apuntan a una diversidad de materiales no reconocida anteriormente, sino que también puede ayudar a establecer un nuevo mecanismo para generar corteza terrestre.
"Nuestro estudio de meteoritos similares sugiere que esta corteza puede formarse a través de la fusión de materiales de planetas que inicialmente eran volátiles y, posiblemente, ricos en agua, de manera similar a como se formó la Tiera", explica James Day. "Una gran incertidumbre es cómo sde formó en susn inicios el Sistema solar y estos meteoritos pueden ser una importante pieza en el rompecabezas para comprender estos fenómenos", añade.

jueves, enero 08, 2009

Concluye expedición "Desierto de Cristal" de Brasil en la Antártida

Concluye misión de investigadores brasileños en la Antártida
08.01.2009 Actualizado a las 09:02:54
fuente: www.spanish.xinhuanet.com
RIO DE JANEIRO, 7 ene (Xinhua) -- Los siete investigadores brasileños que integraron la primera expedición del país al interior de la Antártida concluyeron su misión tras casi 50 días de trabajos científicos en el continente blanco.
Los siete brasileños y el especialista chileno que los acompaña tenían previsto viajar hoy en avión desde el local en que montaron su base de operaciones en la Antártida hasta la ciudad chilena de Punta Arenas.
El viaje se hará en caso de que las condiciones climáticas lo permitan, informó el Ministerio de Ciencia y Tecnología en un comunicado.
El principal objetivo de la expedición Desierto de Cristal, cumplido satisfactoriamente, era recoger muestras de hielo que permitan futuros estudios sobre los cambios climáticos del planeta.
El especialista en glaciares Jefferson Cardia Simoes, investigador de la Universidad Federal de Río Grande do Sul (UFRGS), quien coordinó el equipo, aseguró que las muestras de hielo recogidas a 45 y 95 metros de profundidad en la Antártida permitirán obtener informaciones sobre los cambios climáticos ocurridos en los últimos 250 años.
Las muestras fueron retiradas en perforaciones en el Monte Johns, una de las áreas más desconocidas e inhóspitas del planeta, ubicada a cerca de 1.000 kilómetros del local en que los brasileños habían montado su base de operaciones.
Parte del equipo enfrentó temperaturas de menos 40 grados centígrados durante los 16días que permaneció en el Monte Johns.
La base de la expedición Desierto de Cristal fue montada a unos 1. 000 kilómetros del Polo Sur Geográfico y a unos 2.000 kilómetros al sur de la Estación Antártica Comandante Ferraz, la base naval que Brasil tiene en la región para investigaciones científicas.
En el local, a 920 metros de altura sobre el nivel del mar y con una capa de espesura de hielo de 700 metros, el sol brilla actualmente las 24 horas del día.
Brasil ejerce presencia en la Antártida desde hace 25 años, pero hasta ahora poco se había aventurado por el interior del continente blanco y había limitado su actuación a las investigaciones sobre los mares y las áreas costeras de la región en la base Comandante Ferraz.
La expedición al interior de la región forma parte de las acciones previstas por el Año Polar Internacional y le permitirá a Brasil tener un mayor conocimiento del interior de este territorio de 13,6 millones de kilómetros cuadrados con un importante papel como controlador del clima mundial.

martes, enero 06, 2009

¿Discrimanción de género? - Una base antártica exclusiva para mujeres

Aisladas, a 3359 km de Buenos Aires
Nueve integrantes de la Fuerza Aérea Argentina concretaron la reapertura de un asentamiento donde vivirán solas durante tres meses.
Por Daniel Gallo
LA NACION - 5 enero 2009
www.lanacion.com.ar

Parte del grupo de mujeres en la base Matienzo
Foto: Fuerza Aerea Argentina - La Nación

Por primera vez, una base argentina en la Antártida tiene una dotación compuesta exclusivamente por mujeres. Después de dos años de permanecer cerrado, la Dirección Nacional del Antártico decidió la reapertura del campamento conocido como Matienzo y aceptó la propuesta de la Fuerza Aérea, realizada a través del Ministerio de Defensa, de instalar allí un contingente de nueve mujeres que trabajarán durante tres meses en uno de los lugares más inhóspitos del continente blanco.
La vicecomodora Alicia Sedeño está a cargo de la misión, en su primera experiencia en la Antártida. Junto con sus compañeras realizó un período de adaptación en la base Marambio, la de mejores comodidades, y ayer se trasladó con el resto a Matienzo, en un vuelo de noventa minutos en helicóptero.
En esa base las expedicionarias argentinas quedaron prácticamente aisladas, ya que la única forma de comunicación posible es un teléfono satelital para emergencias.
Las precarias condiciones de vida no amedrentan a quienes se presentaron como voluntarias para esta experiencia. "Estoy muy entusiasmada con esta misión", comentó Sedeño a LA NACION durante una comunicación telefónica con la base Marambio, donde días atrás esperaba que mejorara el siempre hostil clima de la Antártida para emprender el viaje rumbo a Matienzo.
No será una tarea fácil, como lo vivieron en los primeros días entre el hielo, cuando una de las voluntarias -en principio debían ser diez en la base- tuvo que ser evacuada por un problema físico y se recupera en Buenos Aires.
Una de las particularidades de esta misión femenina tiene que ver con que fueron las propias mujeres, integrantes de la Fuerza Aérea, las que impulsaron la creación de un contingente con estas características. "Las suboficiales que ya estuvieron destinadas en la Antártida promovieron esta posibilidad como un desafío nuevo y, finalmente, fue aceptado", explicó Sedeño, casada y con dos hijos adolescentes.
"El apoyo de la familia es fundamental para esta actividad", reconoce Sedeño, ingeniera en electromecánica y especializada en sistemas informáticos.
Acompañarán a la vicecomodora Sedeño la suboficial Claudia Gutiérrez, las cabos Vilma Cardozo, Gisela Ríos, María Bárcena, Noelia Lugones, Valeria Fernández y Aldana Funes, y la voluntaria Bárbara Bonzón.
De ellas, sólo tienen el antecedente de haber trabajado en la Antártida la especialista en comunicaciones Cardozo y la enfermera Bárcena, que estuvieron un año destinadas en la base Marambio, mientras que la cabo Ríos tuvo presencias temporarias en los asentamientos argentinos, pero su labor cotidiana tiene que ver con el apoyo logístico de las campañas antárticas.
También la promoción de temas de género fue determinante para decidir está misión inédita, ya que la ministra de Defensa, Nilda Garré, requirió a las fuerzas dar una mayor participación a las mujeres.

Campamento temporario
La base Matienzo es uno de los destacamentos temporarios que tiene la Argentina en la Antártida. Se encuentra en la barrera de hielo Larsen, a 190 kilómetros de Marambio, que será la cabecera del abastecimiento logístico del grupo femenino, con dos helicópteros Bell 212 y un avión de transporte Twin Otter. La base Matienzo fue inaugurada en 1961.
"Matienzo está ubicada en una zona en la que se evidencia un fuerte deshielo de los glaciares, por lo que uno de los trabajos será dar el soporte logístico para el estudio de esa situación", comentó la nueva jefa de la base, que en estos días verá por fin en persona el terreno que analizó, en los últimos años, en su habitual labor con fotografías satelitales.
Al ambiente naturalmente poco favorable para la vida se les suman en Matienzo las incomodidades propias de un campamento transitorio. Las conexiones con Internet que ya son comunes en otras bases no están disponibles en esa zona; tampoco las líneas telefónicas directas que siempre acercan los afectos dejados por un tiempo en el continente.
"Llevamos varias películas", contó Sedeño divertida, cuando se le consultó sobre cómo se encara una convivencia de meses en un lugar tan aislado, a 3359 kilómetros de Buenos Aires. La base cuenta con cuatro edificaciones pequeñas, entre ellas una vivienda para doce personas, y la temperatura media es de unos 10 grados bajo cero.
En ese lugar se da esta singular experiencia de completar una dotación sólo con mujeres, una circunstancia que la transforma en una de las misiones especiales de esta campaña antártica, junto con la compleja operación de abastecimiento a la base Belgrano II.

Base Esperanza: instalan "Módulo Argentino de Energía Limpia" (MAEL)

Las energías limpias llegan a la base antártica Esperanza
5 de enero de 2009
Publicado en www.energias-renovables.com

En la Antártida, concrentamente en la base argentina Esperanza, comenzará a funcionar este mes de enero el primer Módulo Argentino de Energía Limpia (MAEL), un sistema que a través del aprovechamiento de la fuerza eólica, producirá hidrógeno. Este es un primer paso en el objetivo de lograr que el llamado continente blanco pueda estar libre de combustibles fósiles.
Ya existe en la Antártida un módulo similar, que funciona en la Estación Científica Princesa Elisabeth, de Bélgica, que tiene la característica de ser la primera Base Antártica Científica que trabaja sin emitir gases de CO2.
En la Base Esperanza viven en invierno unas 60 personas, entre ellas familias con niños. Su consumo de gasolina es de 350 mil litros al año, un componente esencial para poder alimentar los sistemas de calefacción e iluminación, y vehículos de transporte. En la zona, los vientos pueden alcanzar los 200 km/h, y la temperatura media es de -20º C. Entre otras particularidades, en 1978 se registró allí el primer nacimiento de un ser humano en la Antártida.
En este contexto, el desarrollo e investigación de energías renovables ha hecho unir esfuerzos al Comando Antártico del Ejército Argentino, a la Dirección Nacional del Antártico y al Instituto Antártico Argentino para el proyecto Viento-Hidrógeno.
Se trata de un Laboratorio de Energías Alternativas, climatizado con la acción de un aerogenerador de 4,5 kW, procedimiento por el cual se ahorra un 30 % del combustible usado en ese recinto. También funciona una pila de hidrógeno que alimenta un televisor portátil. Precisamente, a partir de estos dos desarrollos es que pronto comenzará su actividad el MAEL, cuyo objetivo es reducir en la base el consumo de combustibles en un 50 % en 15 años y generar un mínimo de 150 kW.
Para ello, se tiene planeado, además del aprovechamiento del circuito eólico y del hidrógeno almacenado, agregar paneles solares, utilizar de biodiésel en generadores eléctricos y vehículos, desarrollar biogás y aprovechar las mareas.

Más información:
www.ejercito.mil.ar/antartico
www.dna.gov.ar

lunes, enero 05, 2009

Videos enviados desde la Base San Martín

Recibimos y publicamos estos videos del blog "Lince bajo cero"

http://lincebajocero.blogspot.com/

ENLACES A BLOG VIDEOS/ FOTOS BASE SAN MARTÍN
Día de la Primavera/ Fiesta de disfraces, domingo 21 de septiembre de 2008
Festejos del día de la primavera (2da Fiesta de Disfraces)-BASM

Picadito de fútbol: dotación 2008 Base San Martín vs Tripulantes velero Pangaea / POTRERO ANTÁRTICO
lunes 3 de noviembre de 2008
BASM vs PANGAEA

domingo, enero 04, 2009

Bella descripción de la Antártida histórica y presente

Antártida: noticias de tierra incógnita
Nada hay comparable al lejano sur. Allí labraron sus hazañas los exploradores de la edad heroica y sitúan la última frontera los viajeros de nuestro tiempo. Hito geográfico, pero también un estado de ánimo
Por MIGUEL ÁNGEL BARROSO
Publicado en http://www.eldiariomontanes.es
4 enero 2009

«Fram» atraviesa una crujiente lámina salpicada de galletas de hielo, flanqueado por imponentes acantilados y lenguas de glaciares que se reflejan en el espejo grisáceo del mar. La tripulación llama al Canal de Lemaire el «Kodak Crack» por la cantidad de disparos de las cámaras que rompen el silencio durante la travesía. Es el único ruido que se escucha, con permiso del viento, pues los pasajeros apenas balbucean alguna palabra de admiración.
A menudo se preguntan si de verdad están aquí, si este lugar salvaje e inhóspito existe, si la pétrea espina dorsal que surge del océano es real y no un decorado digital, y les asalta la convicción de que un paso más allá del refugio flotante serían carne de cañón. Aunque otros experimentaron la desolación y vivieron para contarlo.
Con 11 kilómetros de longitud y 1.500 metros de anchura, este canal pegado a la Península Antártica fue descubierto por una expedición alemana durante el verano austral de 1873-74, pero no fue navegado en su totalidad hasta el viaje de Adrien de Gerlache a bordo del «Bélgica» en 1898-99. Gerlache lo bautizó en honor del explorador del Congo Charles Lemaire. Por aquel entonces quedaban últimas fronteras que cruzar, en África, en la Terra Australis Incognita y hasta en la Luna, y el mundo era tan interesante que no había segundas vidas que vivir en el ciberespacio. La edad heorica de la exploración estaba a punto de comenzar con su rosario de hazañas y tragedias. Pero el viajero de nuestro tiempo, ese que muestra a los suyos, a miles de kilómetros de distancia, los témpanos de hielo a través de la webcamde su portátil, no puede abstraerse de esas historias del lejano sur.
Quizás sienta una presencia invisible que le acompaña en la Antártida, como la sintieron Shackleton y sus compañeros de naufragio en el último tramo de su epopeya.

La carrera hacia el Polo Sur
Aunque algunos historiadores creen que el español Gabriel de Castilla pudo ver alguna de las islas Shetland del Sur en 1603 y el británico James Cook fue el primero en cruzar el Círculo Polar Antártico y circunnavegar el continente en la década de 1770, la confirmación de que más allá del Pasaje de Drake había tierra llegaría el 19 de febrero de 1819: el inglés William Smith avistó de forma casual la isla Livingston cuando viajaba desde Montevideo a Valparaíso. Los cazadores de focas tomarían las Shetland y el extremo norte de la Península Antártica a lo largo del siglo XIX, antes de la llegada de los grandes aventureros.
La exploración de la Antártida no tenía parangón; no había que enfrentarse a animales salvajes ni a indígenas hostiles (de hecho, fue auténticamente descubierta por sus exploradores, pues nunca habitó ser humano allí).
El oponente era más formidable: vientos de hasta 300 kilómetros por hora, temperaturas inferiores a los 50 grados bajo cero, un océano con aspecto de criatura viva en cabreo permanente, una banquisa que atrapaba y trituraba los barcos, una costa sin apenas puertos naturales y largos días de helado silencio.
La lucha se establecía entre el aventurero y las fuerzas desatadas de la naturaleza, entre el hombre y los límites de su resistencia.
A principios del siglo XX el reto se salpimentó con la rivalidad entre británicos y noruegos, en la que tres nombres brillaron con luz propia: Robert Falcon Scott, Ernest Shackleton y Roald Amundsen.
La soberbia e incompetencia de unos fue decisiva en la resolución de la carrera hacia el Polo Sur.
Scott y Shackleton se asociaron en 1901 y, a bordo del «Discovery», inauguraron la edad heroica. Junto con el doctor Edward Wilson recorrieron 1.536 kilómetros en 94 días y llegaron a casi 1.200 kilómetros de su objetivo, teniendo que regresar tras pasar un infierno.
Los tres hombres no sabían esquiar bien ni guiar a los perros y acabaron enfermos de escorbuto e insultándose en mitad de la nada.
Shackleton había aprendido poco de sus errores cuando su buque «Nimrod» se hizo a la mar en 1907. Sin Scott (nunca más recibiría órdenes de nadie) y con subalternos de confianza, entre ellos Frank Wild, que le acompañaría en la expedición del «Endurance», partió en octubre de 1908 de Cabo Royds, en la Gran Barrera de Hielo, con diez caballos y nueve perros.
Los caballos resbalaban y caían y acabaron formando parte de la dieta de los expedicionarios. A unos 160 kilómetros del Polo, hambrientos y congelados, decidieron dar la vuelta y vivir antes que alcanzar la gloria y morir.
Ese destino le estaba reservado a Robert Scott, sumándose además la amargura de no ser el primero en llegar al Polo Sur. Su expedición y la de Amundsen emprendieron la marcha en octubre de 1911; Scott siguió la huella abierta por Shackleton y, como aquel, utilizó caballos (a pesar de su demostrada inutilidad en este terreno), además de trineos a motor que no funcionaban y perros que nadie sabía guiar.
Cuando llegaron a su destino comprobaron que el rival noruego, mejor pertrechado y entrenado, les había ganado por la mano. «Ha sucedido lo peor. Se han desvanecido todos los sueños», escribió Scott en su diario. «¡Santo Dios, esto es un lugar espantoso! Y ahora volver a casa, haciendo un esfuerzo desesperado». La última línea de su diario, escrita el 19 de marzo de 1912, presagiaba la tragedia. «Es una lástima, pero no creo que pueda escribir más».
Los que enfilan hoy hacia el lejano sur no tienen que sufrir estos dramas y los modernos buques disponen de calefacción y estabilizadores, pero de algún modo la Antártida sigue reservándose el derecho de admisión.
El guardián se llama Pasaje de Drake, un tormentoso tramo de mar de 800 kilómetros de ancho que separa el Cabo de Hornos y las islas Shetland del Sur. Allí se citan los océanos Atlántico y Pacífico y el viaje admite pocas bromas. Fue descubierto por el marino español Francisco de Hoces en 1525, cuando su barco fue arrastrado por un fuerte temporal. De hecho, algunos prefieren llamar al pasaje Mar de Hoces.
El primer viaje documentado lo protagoniza en 1616 el holandés Willem Schouten, descubridor del Cabo de Hornos, una isla barrida por las tempestades. Buscaba una ruta alternativa para sortear el monopolio de la Compañía Holandesa de las Indias Orientales, que utilizaba las únicas vías conocidas para llegar a los destinos asiáticos: el Estrecho de Magallanes y el Cabo de Buena Esperanza. Schouten seguía una pista: años antes, en 1578, Francis Drake, durante su circunnavegación del globo, con patente de corso de Isabel I de Inglaterra para tocar las narices a la flota española, descubrió que Tierra del Fuego no era un nuevo continente como se creía, sino una isla.
Había, pues, una alternativa a la ruta «tradicional». El navegante holandés dobló el cabo, al que llamó Hoorn en honor al pueblo en que nació; luego, por esas cosas del lenguaje, pasó a denominarse Hornos. Los años sembraron de pecios las profundidades de alrededor.
Olas de diez metros zarandean el «Fram» mientras avanza por el Pasaje de Drake. Lo levantan sacando su proa del agua, que cae después con estrépito. El mar parece una batidora cuyo contenido cambia de color, del añil al gris metálico, según la luz que le pegue; el viento despeina las crestas de las olas y la espuma pulverizada forma pequeños arcoiris.
Albatros y petreles de gigantesca envergadura siguen la estela del barco sin esfuerzo aparente, planeando sobre montañas de agua.
A bordo hay tráfico de drogas... legales. A una conocida marca de pastillas antimareo se le une otra, más fuerte. Y pulseras y parches con más pinta de placebo que de otra cosa.
Método vale para salir victorioso de esta travesía de dos o tres días, incluso borrar el vaivén de la mente (quien sea capaz de hacerlo).
Dicen que a todo marino que atraviese el Drake le será permitido lucir un aro de oro en la oreja izquierda y podrá orinar en contra del viento. El segundo privilegio suena arriesgado a pesar de todo.

Arqueología antártica
La tregua llega en isla Decepción, en las Shetland del Sur, un antiguo volcán que colapsó dejando que el agua penetrara por un flanco y formara una bahía circular.
El acceso se realiza por un estrecho paso conocido como los Fuelles de Neptuno, descubierto en la década de 1820 por cazadores de focas americanos. A principios del siglo XX los barcos balleneros utilizaron una cala cercana para levantar la estación Hektor.
Hasta finales de la década de 1930 fueron ocupados todos los puertos naturales de la Península Antártica, donde grandes buques factoría despedazaban a los cetáceos que eran cazados por lanchas en aguas abiertas.
Cuando los barcos incorporaron rampas en popa para izar las ballenas a bordo se abandonaron los refugios costeros, que adquirieron la categoría de arqueología. Los restos de la estación Hektor y de la base británica Deception Base B constituyen uno de los monumentos históricos más frecuentados de la Antártida.
Parejitas de pingüinos papúa y barbijo pasean por la playa volcánica, una pandilla de págalos espera picotear algún desperdicio dejado por los turistas (vana esperanza: los guías son muy estrictos con estas frivolidades), algún valiente cava un agujero y prueba las «aguas termales» de Decepción después de darse un chapuzón en el mar. No consta que haya dispensa por ello y las cabañas en ruinas, los depósitos herrumbrosos de combustible y grasa animal, los restos de barcazas y los huesos de ballena quedan ahí, inasequibles al paso de las centurias, para ser visitados por las futuras generaciones.
Una luz fantasmal baña el islote de Goudier, el lugar donde se levanta Port Lockroy, una vieja base británica que fue construida en febrero de 1944 en el contexto de la Operación Tabarin de la Royal Navy para contrarrestar las aspiraciones soberanistas de Argentina sobre la Antártida. Chile se sumó a la fiesta y durante aquellos años se levantaron decenas de bases supuestamente científicas que, con el tiempo, fueron abandonadas o cedidas a terceros países.
Una goleta irrumpe inopinadamente en el escenario como salida de una película de piratas; pieza de caza mayor para los fotógrafos, que deben de andar con cuidado para no resbalar en el guano de pingüino que se acumula en la playa pedregosa.
Port Lockroy fue restaurada en 1996 y desde entonces permanece abierta a los visitantes durante el verano antártico.

Ha sido designada monumento histórico
La región del Mar de Ross tiene 14 sitios protegidos relacionados con expediciones británicas de la época heroica y convertida en museo.
Alrededor de 70.000 postales son enviadas desde aquí cada año por los turistas a más de cien países distintos (el correo tarda de dos a seis semanas en llegar pues, obviamente, no existe un servicio exprés).
Herencia de la Operación Tabarin es la base ucraniana Vernadsky, situada en las Islas Argentinas, que inició sus operaciones en 1996 después de que los británicos vendieran la antigua base Faraday a la Academia de Ciencias de Ucrania por el simbólico precio de una libra esterlina. Faraday alcanzó renombre mundial en 1985 cuando sus científicos descubrieron el agujero en la capa de ozono.
Vernadsky es famosa por su pub, el más austral del mundo (65º 15' S), donde se sirve una copa de vodka gratis a todas las mujeres que dejan su sujetador aquí.
En la pared de «trofeos» del bar hay sostenes de todas las tallas imaginables.
El barco recorre despacio el profundo fiordo de Andvord Bay, que discurre perpendicular al eje principal del Estrecho de Gerlache, penetrando más de 20 kilómetros en la Península Antártica. El paisaje es sobrecogedor, con decenas de icebergs flotando mansamente en la bahía, algunos enormes con forma de castillos almenados, todos irrepetibles y con fecha de caducidad.

Espíritus de hielo que surgen de la niebla.
Desde aquí al Mar de Weddell, al otro lado del espinazo montañoso, hay apenas 50 kilómetros. En aquellas aguas se fraguó una impresionante hazaña.
Shackleton, endeudado y en el dique seco, tuvo que leer en la prensa la tragedia de Scott y el triunfo de Amundsen.
El pescado estaba vendido. ¿O no? «Nunca la bandera arriada, nunca la última empresa».
En agosto de 1914, días antes del estallido de la primera guerra mundial, partió hacia el sur. «Queda el viaje más impresionante de todos, la travesía del continente», escribió. Tras navegar en el Mar de Weddell y cuando faltaban 160 kilómetros para llegar a tierra, su barco, el «Endurance», quedó atrapado en el hielo.
La batalla por la supervivencia duró veinte meses y ni uno solo de los 27 tripulantes perdió la vida.
Los expedicionarios tuvieron que soportar penurias inimaginables, el naufragio del «Endurance» y una durísima travesía en los botes salvavidas a la isla Elefante antes de que Shackleton, con un puñado de hombres, realizara a bordo del «James Caird» uno de los viajes más memorables de la historia de la navegación.